La disolución de ETA, la liberación nacional y la lucha de masas

Euskal Herria: Necesitamos un programa de clase, socialista e internacionalista para conquistar el derecho de autodeterminación

El día 3 de mayo de 2018, ETA hizo pública su decisión de disolverse. Tras un proceso de debate interno en el que, según información del diario Gara, han participado 3.000 personas, algo más de 1.300 con derecho a voto, esta decisión histórica en la que se desmantela “completamente todas sus estructuras” finalizando así “su actividad política”, se tomó con un 93% de apoyo. Según ETA: “En Euskal Herria hay fuerza, valentía e inteligencia suficientes; por eso hemos disuelto la organización”.

La disolución final de ETA fue precedida de la declaración del cese definitivo de su actividad en octubre de 2011, y de la entrega de 120 armas y tres toneladas de explosivo el 8 de abril de 2017. Con su desaparición, ETA pone punto y final a un proceso iniciado hace nueve años y que fue consecuencia directa del cambio estratégico de la izquierda abertzale a partir de 2008-2009, cuando se tomaron medidas decisivas de carácter unilateral después de comprobar el auge del movimiento de masas en Euskal Herria y el conjunto del Estado, y la impotencia de los métodos de ETA para hacer avanzar la lucha por la autodeterminación.

El Partido Popular y el PNV han obstaculizado el proceso hasta el final

La actitud del Gobierno del PP, desde que ETA anunció su tregua definitiva y permanente hasta su última declaración que implica la disolución definitiva, ha sido clara: hacer todo lo posible por obstaculizar dicho proceso, y endurecer al máximo la represión del Estado contra la izquierda abertzale.

Realmente no hay precedentes de que un Gobierno que dice defender el “Estado de derecho” se haya mostrado tan hostil ante los movimientos de una organización armada por disolverse. Todos los pasos dados por la izquierda abertzale y por ETA han sido despreciados por el PP, ya desde los tiempos de la tregua de 2011 calificada como “una tregua trampa”. No contentos con el desarme en 2017 la derecha española exigió un “desarme ideológico”, y ante la disolución definitiva en 2018 no se han cansado de denunciar como insuficiente el perdón sobre el daño causado que publicó ETA. Es realmente increíble esta posición después de leer en dicha declaración lo siguiente: “Somos conscientes de que en este largo periodo de lucha armada hemos provocado mucho dolor, incluidos muchos daños que no tienen solución. Queremos mostrar respeto a los muertos, los heridos y las víctimas que han causado las acciones de ETA, en la medida que han resultado damnificados por el conflicto. Lo sentimos de veras”.

El Gobierno de Rajoy clama por el “respeto a las víctimas de ETA”. Pero cuando se le dice que también hay que defender a las víctimas de la dictadura franquista, a los más de 250.000 fusilados en los actos de exterminio que tuvieron lugar durante la guerra civil y en los primeros años de la posguerra, se niegan en redondo. No ha habido reparación, ni justicia, ni verdad para cientos de miles de hombres y mujeres masacrados por la dictadura y cuyos cuerpos siguen en las cunetas. Tampoco para los miles de luchadores antifranquistas que pasaron años en las cárceles por sus ideas y fueron en muchos casos terriblemente torturados, exiliados  y cuyas propiedades fueron robadas para enriquecer a los verdugos. El PP, y sus aliados políticos, guardan un silencio cómplice ante la guerra sucia y el terrorismo de Estado que anegó de sangre las calles de Euskal Herria y provocó cientos de muertos desde principios de los años setenta hasta finales de los ochenta: la AAA, el Batallón Vasco Español… y esto incluye a los dirigentes del PSOE implicados, como los tribunales han demostrado, en montar los GAL en 1983 y que causaron decenas de víctimas mortales. La doble vara de medir que utilizan es más que obvia.

Tampoco el PNV es mucho mejor que el PP, cuyo gobierno sostiene. Urkullu fue presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco mientras se torturaba, sin que moviese un dedo para denunciarlo o evitarlo. El PNV junto al PP y la dirección del PSOE son responsables también del sufrimiento provocado a millones de personas cuando apoyaron las guerras imperialistas en Iraq y Siria, cuando respaldan la violencia institucional contra los emigrantes y la que sufren en la actualidad millones de parados, víctimas de sus reformas laborales, personas precarias, pobres, desahuciadas, a la que hay que sumar la horrible violencia de género de esta sociedad patriarcal que ellos sostienen.

Es difícil no sentir repugnancia por un Gobierno y unos políticos que se llenan la boca de “ley y democracia” cuando la corrupción los ahoga, cuando no se ha depurado el aparato del Estado de fascistas a los que utilizan impunemente en Catalunya y en otras partes, para encarcelar independentistas, tuiteros y raperos, dictan sentencias machistas repugnantes contra mujeres que han sido violadas salvajemente, y otorgan generosas subvenciones del Estado para ensalzar la memoria de Franco, el mayor asesino de la historia del Estado español.

Las causas de esta decisión

El PP repite hasta la saciedad el discurso de vencedores y vencidos afirmando que la acción policial y la represión han sido claves en el desarme de ETA. Pero la realidad es muy diferente. Lo que marcó el inicio de las acciones de ETA fue la brutal represión franquista, los asesinatos del régimen, las torturas, las palizas y multas por hablar la lengua materna en Euskal Herria, en Galiza y Catalunya. A su vez, los atentados acentuaron dicha represión en una escalada de acción-reacción que podría haber seguido sin solución de continuidad.

El abandono de la actividad armada de ETA se produjo como consecuencia del incremento de la lucha de masas tanto en Euskal Herria, en el Estado español como internacionalmente, que golpeó al sistema capitalista de una manera infinitamente superior a cualquier coche bomba. Fue el ejemplo de la revolución bolivariana en Venezuela y de las grandes movilizaciones contra el neoliberalismo en América Latina, la primavera árabe… y en el Estado español la irrupción del 15M, las grandes huelgas generales, las Mareas Ciudadanas, las Marchas de la Dignidad… Pero incluso antes de esa fecha, los métodos de ETA ya habían demostrado ser completamente impotentes y contraproducentes. El grito de “¡ETA escucha así es como se lucha!”, reflejaba con claridad que sectores cada vez más amplios de los trabajadores y la juventud, dentro y fuera de Euskal Herria, rechazaban frontalmente los atentados porque representaban un completo callejón sin salida.

Estas grandes movilizaciones frente a ETA, junto a las huelgas generales y manifestaciones masivas que protagonizamos en Euskal Herria al inicio de la crisis capitalista y “el contagio” de la explosión del 15M… probaron que la acción consciente de los trabajadores y la juventud es la clave para cambiar las cosas y combatir a nuestros opresores. Esta conclusión, cada vez más enraizada entre los trabajadores y los jóvenes de Euskal Herria, entre los militantes y la base de la Izquierda Abertzale (IA), era acompañada por la constatación de que los métodos de ETA lejos de ayudar, debilitaban la lucha por la liberación nacional y social de Euskal Herria, aislaba socialmente a miles de luchadores y reforzaba el arsenal represivo del Estado hasta llegar a la ilegalización de la IA.

La decisión de la Izquierda Abertzale de apostar por la lucha política y rechazar las acciones armadas responde a este proceso. El propio Arnaldo Otegi ha reconocido que ETA debería haber abandonado hace mucho tiempo: “Para mí la autocrítica más estructural y más profunda que hacemos es precisamente esta: es decir, que nosotros no fuéramos capaces de leer antes que había una sociedad a la que supuestamente pretendíamos servir que nos estaba demandando que cesara la lucha armada. No supimos leer que la lucha armada debería haber desaparecido antes”.

La represión actual es el lenguaje del capitalismo en crisis

El Gobierno del PP parece realmente contrariado por la disolución de ETA. Rajoy insiste en que “no piensa cambiar su política antiterrorista” incluso cuando ETA, tal y como él pidió, se ha disuelto. De hecho, el 17 de mayo la Audiencia Nacional y la Guardia Civil han realizado una operación llamada “Zerga” (impuesto en euskera), interviniendo los bienes tanto muebles como inmuebles de más de 50 expresos vascos, embargando más de 45 cuentas corrientes, actuando sobre una treintena de nóminas, para que se les retenga la parte que supere el salario mínimo interprofesional, etc. Un claro ejemplo de la política de venganza de la que hace gala este gobierno y el aparato de Estado.

Es evidente que el PP sigue buscando cualquier excusa para afirmar que nada ha cambiado y nada cambiará porque necesita la Audiencia Nacional —que es un tribunal de excepción como lo fue el Tribunal de Orden Público bajo el franquismo— y la legislación antiterrorista para aplicarla a los que luchan de forma pacífica contra su gobierno y su sistema.

La burguesía española, igual que la vasca, junto a las fuerzas represivas del Estado y los medios de comunicación, han usado constantemente la excusa de que “todo es ETA” para criminalizar las movilizaciones masivas de la juventud y los trabajadores, sobre todo en Euskal Herria, pero también en el Estado español. Utilizando esta excusa, la clase dominante ha aumentado la capacidad represiva del aparato del Estado, y el PP y la dirección del PSOE han justificado la aprobación de una legislación antidemocrática como la Ley de Partidos (que el PNV supo sacarle todo el provecho), para encarcelar a activistas, torturar, dispersar, ilegalizar partidos, cerrar periódicos, aprobar la ley mordaza etc. Por supuesto, esta estrategia también ha servido para intentar saturar a la población de una propaganda españolista reaccionaria, esparcida a todas horas desde los grandes medios de comunicación.

Por el derecho a la autodeterminación, por una Euskal Herria Socialista

Este  punto y final de ETA es una excelente noticia para la clase trabajadora y la juventud y se produce en el momento álgido de la lucha de masas: grandes manifestaciones de pensionistas, destacando por derecho propio las movilizaciones de Bilbo y protagonizadas por los que en su día pertenecieron a los grandes batallones obreros que acabaron con el franquismo; la huelga feminista del 8 de marzo donde igualmente las imágenes de Bilbo dieron la vuelta al mundo; la histórica manifestación de más de 100.000 personas en Pamplona en defensa de los jóvenes de Alsasua acusados de terrorismo, o las extraordinarias movilizaciones contra la sentencia vergonzosa a “La Manada”, entre otras. A esto hay que sumar las manifestaciones masivas a favor del acercamiento de los presos vascos a las cárceles de Euskal Herria, que constituye una demanda mayoritaria del pueblo vasco, y el proceso abierto en Catalunya donde el pueblo, la juventud y los sectores más oprimidos están librando una gran batalla por el derecho a decidir, por la república y contra la represión, golpeando la línea de flotación del régimen del 78.

Todo este fermento demuestra el profundo descontento social con las políticas del PP y una necesidad imparable de cambiar la sociedad. Por eso es importante extraer las lecciones del fracaso político de ETA y levantar una estrategia que nos permita avanzar en la conquista de los derechos democráticos nacionales hoy negados al pueblo de Euskal Herria, y los derechos sociales que nos arrebata un capitalismo en crisis.

Después de décadas de lucha, de enormes sacrificios, de una entrega tremenda por parte de su militancia, la experiencia está demostrando a la dirección de la Izquierda Abertzale que sólo hay una salida para resolver satisfactoriamente la cuestión nacional vasca: adoptar un programa revolucionario, socialista e internacionalista, apoyándose en la única clase que cuenta con la fuerza y la determinación para culminar con éxito la tarea: la clase trabajadora. La insistencia en buscar pactos y alianzas con la burguesía vasca y el PNV es una apuesta condenada al fracaso.

El resultado de esta política de colaboración de clases se puede apreciar en toda su magnitud en Irlanda del Norte, donde los dirigentes del Sinn Fein han formado durante años un Gobierno de coalición con los unionistas protestantes, aplicando las políticas de ajustes y recortes que les exigían los capitalistas británicos e irlandeses. Ahora se lleva un año sin formar gobierno, pero una cosa es evidente: los problemas de la clase obrera de Irlanda del Norte, tanto católica como protestante, no se han resuelto y las divisiones sectarias en la población se han recrudecido.

Contemplando lo sucedido en Irlanda del Norte y en Euskal Herria en estos años es bueno recordar las palabras del revolucionario irlandés James Connolly: “Si mañana echáis al ejército inglés e izáis la bandera verde sobre el Castillo de Dublín, a menos que emprendáis la organización de una república socialista todos vuestros esfuerzos habrán sido en vano. Inglaterra todavía os dominará. Lo hará a través de sus capitalistas, de sus terratenientes, a través de todo el conjunto de instituciones comerciales e individuales que ha implantado en este país y que están regadas con las lágrimas de nuestras madres y la sangre de nuestros mártires. Inglaterra os dominará hasta llevaros a la ruina, incluso mientras vuestros labios ofrezcan un homenaje hipócrita al santuario de esa Libertad cuya causa traicionasteis. Nacionalismo sin socialismo no es más que cobardía nacional….”

El fin de ETA tiene que servir para fortalecer y organizar la lucha revolucionaria de masas en Euskal Herria. La IA ha demostrado que tiene detrás de sí la fuerza, el apoyo, y la voluntad de cientos de miles para defender una alternativa de izquierdas consecuente. Las condiciones para una nueva ofensiva de la movilización y la ruptura de una paz social artificial están maduras. La dirección de Sortu tiene una gran responsabilidad: impulsar el movimiento de masas, de manera unitaria y con un programa anticapitalista claro. Queremos unidad, sí, pero con los que luchan, con los que batallan contra las injusticias del sistema, con todos los trabajadores y jóvenes que se movilizan, sean de dónde sean.

Desde Ezker Iraultzailea pensamos que es la hora de que la clase trabajadora y la juventud de Euskal Herria, unida a sus hermanos de clase del Estado español y francés, ponga el sello en los acontecimientos. Necesitamos levantar la bandera del socialismo internacionalista y de una política de independencia de clase.

Los capitalistas españoles y los capitalistas vascos tienen un interés común: mantener el orden social actual para seguir garantizando su dominación. Por eso, acabar con la opresión nacional y de clase no es posible sin una lucha frontal contra el sistema capitalista, y esto pasa por la expropiación de los grandes poderes económicos, de la banca, de los monopolios, colocando toda la riqueza que crea la clase trabajadora bajo el control democrático de la población.

  •  Derogación de todas las leyes represivas que reprimen los derechos democráticos de Euskal Herria. Basta de detenciones y encarcelamientos contra la juventud vasca.
  •  Fin de la política de dispersión, presos de ETA a las cárceles de Euskal Herria. Excarcelación inmediata para los presos enfermos y levantamiento del primer grado. Amnistía para todos los presos políticos vascos.
  • Por el derecho a la autodeterminación de Euskal Herria, Catalunya y Galiza. Por una Euskal Herria Socialista, por la Federación Socialista de Europa.

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