Mayo de 1937, barricadas en Barcelona

Se cumplen el ochenta aniversario de la insurrección obrera de mayo del 37 en Barcelona. El levantamiento acabó con la derrota de los trabajadores a manos de las fuerzas del estalinismo, y supuso el final de las conquistas revolucionarias en territorio republicano. Pero Mayo del 37 ha pasado también a la historia por la bancarrota política de la dirección anarcosindicalista —que traicionó abiertamente la resistencia de sus bases militantes frente a la contrarrevolución en marcha—, y por desatar una furiosa represión contra todo lo que oliera a trotskismo en suelo español, culminada con la liquidación del POUM y el asesinato de su líder Andreu Nin por un comando de la NKVD (policía política de Stalin). Para recordar aquellos acontecimientos publicamos a continuación el texto de Juan Ignacio Ramos, La lucha contra el “trotskismo”. Mayo del 37, barricadas en Barcelona, capítulo del libro Los años decisivos. Teoría y práctica del Partido Comunista de España, escrito por el mismo autor.

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La evolución de los acontecimientos políticos en la España republicana, marcados por la ofensiva contra las conquistas revolucionarias y las crecientes dificultades militares, enfrentaron a los dirigentes estalinistas con resistencias cada vez más notables. Todo aquel que desafiara las tesis de la defensa de la República democrática y cuestionará las medidas puestas en marcha para contener la revolución era acusado sistemáticamente de agente del fascismo, provocador y quintacolumnista. La agitación contra el “trotskismo”, como personificación de la traición a la causa antifascista y de colaboración con las fuerzas franquistas, vivió su máximo apogeo desde comienzos de 1937 hasta el final de ese año, aunque ya desde el momento de iniciarse la guerra —que coincidió en fecha con la preparación del primer juicio de Moscú—, la propaganda del PCE y la IC alertaban contra éste “pérfido” aliado de Franco. 1

Los líderes del PCE y la JSU extendían el mensaje de su política con una decisión extraordinaria. En el discurso pronunciado en enero de 1937 en la Conferencia de Valencia de la JSU, Federico Melchor declaraba: “No estamos haciendo hoy una revolución social, estamos desarrollando una revolución democrática, y en una revolución democrática, la economía, la producción (…) no pueden lanzarse a formas socialistas”. En todas partes se negaba el carecer proletario de la revolución que había estallado tras el 19 de julio. “Luchamos por la República democrática”, afirmaba Santiago Carrillo ante esa misma Conferencia “no nos da ninguna vergüenza decirlo. Nosotros frente al fascismo y frente a los invasores, no luchamos ahora por la revolución socialista”. De la misma manera se hacían declaraciones de fe en defensa del capital extranjero: “sería un error en las relaciones internacionales [no protegerlo], porque entonces Inglaterra intervendría decisivamente contra España. No a nuestro lado, sino con Franco, porque Inglaterra tiene intereses económicos en nuestro país que defender”. 2

A pesar de la forma machacona en que se repetían estas formulas, los estalinistas encontraron fuertes dificultades para imponerlas; empezando por militantes de la JSU, que no comulgaban con las ruedas de molino que les intentan hacer tragar sus dirigentes y, por supuesto, entre la base combatiente de la CNT-FAI y del POUM donde la resistencia era aún mayor. En la Conferencia de Valencia de la JSU, se manifestaron brotes de contestación bastante significativos y que se extenderían a lo largo de toda la guerra. “Las interpretaciones que dio la conferencia sobre el carácter de la JSU”, escribe Ricard Viñas “aumentó las reticencias en un sector minoritario encabezado por Hernández Zancajo”,3 reticencias que cobrarían la forma de abiertas divergencias tras la crisis de gobierno en mayo de 1937 que sacaría a Largo Caballero de la presidencia.

Tras la celebración de la Conferencia, el descontento en las filas de la juventud unificada persistiría. Rafael Fernández, secretario de la JSU asturiana, denunció la política de la organización como “todo menos marxista”, 4 y se publicaron cartas de combatientes muy agrias contra la política de la dirección, como ésta, llegada desde el frente de batalla: “He leído varias veces, en diferentes periódicos, los discursos que Carrillo ha pronunciado (…) Que la JSU lucha por la República democrática parlamentaria. Creo que Carrillo está completamente equivocado. Yo, joven socialista y revolucionario lucho por la colectivización de la tierra, las fábricas; en fin, por todas las riquezas e industrias de España, en beneficio de todos los seres y de la Humanidad. ¿Creen Carrillo y quién con él pretende llevar por este derrotero perjudicial y antirrevolucionario que en la JSU somos borregos sus militantes? No. Antes que borregos somos revolucionarios. ¿Qué dirían nuestros camaradas caídos en los campos de batalla si levantaran la cabeza y vieran que la JSU había sido cómplice de haber traicionado la Revolución, por la cual ellos dieron sus vidas? Sólo una cosa: escupirían al rostro de los malhechores que, llamándose militantes de la JSU, han traicionado la revolución”. 5

El descontento con el repliegue estalinista de la revolución y la guerra encontró su expresión más aguda en las filas de los anarcosindicalistas y en el POUM. En cuanto a los primeros, las declaraciones en su prensa y en sus boletines contra la deriva contrarrevolucionaria se hicieron abundantes a partir de 1937; la experiencia gubernamental de la CNT no sólo no acalló las críticas, sino que las exacerbó y muy duramente. En el Boletín de Información del movimiento libertario del 19 de enero de 1937 se podía leer: “Los millares de combatientes proletarios que se baten en los frentes de batalla no luchan por una República democrática. Son proletarios revolucionarios que han tomado las armas para hacer la revolución. Posponer el triunfo de ésta para después ganar la guerra, es debilitar considerablemente las fuerzas combativas del proletariado (…) Si queremos levantar el ánimo de nuestros combatientes e inyectarles entusiasmo revolucionario a las masas antifascistas tenemos que impulsar la revolución con firmeza, liquidar los últimos residuos de la democracia burguesa, socializar la industria y agricultura, al mismo tiempo que creamos los órganos rectores de la nueva situación de acuerdo con los fines revolucionarios del proletariado…” 6

En el periódico CNT del 2 de febrero de 1937 la crítica iba directamente al meollo político: “(…) ‘Revolución democrática’, ‘República parlamentaria’, ‘¡No es el momento de realizar la revolución social!’ He aquí unas cuantas consignas dignas de los programas políticos republicanos, pero degradantes para los partidos obreros (…) Si los partidos comunista y socialista, así como sus juventudes, hicieran honor a sus principios socialistas, se habría dado al traste con ‘toda la vieja máquina del Estado burgués’ (Marx) y con la estructura material de la economía capitalista. Marx y Engels, en el Manifiesto Comunista, jamás aludieron a un periodo de transición de ‘república democrática y parlamentaria’ (…) Por esto, el marxismo de todos los partidos marxistas españoles es un marxismo que ahora nada tiene de común con el marxismo revolucionario; pero si muchas afinidades con el revisionismo socialdemócrata, contra el que Lenin dirigió sus teorías revolucionarias plasmadas en El Estado y la Revolución…”

La pugna central se desarrolló a lo largo del invierno y la primavera de 1937 en Barcelona, capital de la revolución española. Para los inicios de 1937, el PSUC se había fortalecido entre las capas sociales que tradicionalmente habían sido la base de apoyo de la Esquerra Republicana. Comerciantes, tenderos, pequeños industriales, funcionarios de la Generalitat, nutrieron las filas del PSUC, alentados por los discursos de sus máximos dirigentes. En el órgano de expresión del Partido en Catalunya, Treball, se leía el 8 de agosto de 1936: “Sería imperdonable olvidarse de la multitud de pequeños industriales y pequeños comerciantes que hay en nuestro país (…) Dicen que nadie se preocupa de su suerte. Son elementos que pueden tender a favorecer cualquier movimiento de carácter reaccionario, porque les parece que cualquier cosa será mejor que el régimen que se intenta implantar en la vida económica de nuestro país (…) La situación angustiosa de aquellas familias es evidente. No pueden atender a sus talleres y negocios porque no disponen de reservas de capital; apenas tienen lo suficiente para comer, porque la obligación de pagar los jornales a los pocos obreros que emplean les impide atender a sus propias necesidades diarias”.

Una descripción bastante sui géneris, de los sectores acomodados que manifestaban una hostilidad completa hacia los obreros revolucionarios. Pero no eran tan “pobres” como indicaba la propaganda del PSUC, más bien se trataba del “polvo social”, utilizando los términos de Lenin, que levantó cabeza una vez que los primeras semanas de efervescencia revolucionaria habían pasado y exigían el retorno a la prosperidad de sus negocios, sus pequeñas estafas, su acaparamiento y contrabando (el orden, en definitiva). Mientras tanto, los obreros en el frente y sus familias en la retaguardia eran las víctimas reales de la escasez, la penuria y las balas de los fascistas.

George Orwell en su célebre libro, Homenaje a Catalunya, retrata esta vuelta a la normalidad por la que clamaban los líderes del PSUC y los pequeños negociantes que ya se hacía visible en las calles de Barcelona: “Todos los que habían hecho dos visitas a Barcelona durante la guerra, con intervalos de algunos meses, comentan los extraordinarios cambios que observaron en ella. Por extraño que parezca, los que fueron por primera vez en agosto y volvieron en enero o, como yo mismo, primero en diciembre y después en abril, al volver siempre decían lo mismo: ‘la atmósfera revolucionaria ha desaparecido’. Sin duda, para quien hubiera estado allí en agosto, cuando la sangre aún no se había secado en las calles y los milicianos ocupaban los hoteles elegantes, Barcelona, en diciembre, les habría parecido una ciudad burguesa; pero para mí, recién llegado de Inglaterra, se continuaba pareciendo más a una ciudad obrera que cualquier otra que yo hubiera podido concebir. Pero la marea estaba en reflujo. Ahora volvía a ser una ciudad corriente, un poco maltratada y lastimada por la guerra, pero sin ninguna señal externa de predominio de la clase trabajadora. El cambio en el aspecto de las gentes era increíble. El uniforme de la milicia y los monos azules habían desaparecido casi por completo; la mayoría parecía usar esos elegantes trajes veraniegos en los que se especializan los sastres españoles. En todas partes se veían hombres prósperos y obesos, mujeres bien ataviadas y coches de lujo. (Aparentemente, aún no había coches privados, no obstante lo cual, todo aquel que fuera ‘alguien’ podía disponer de un automóvil)….” 7

El punto de apoyo fundamental de los estalinistas catalanes fue el GEPCI, que en esas fechas organizaba a 18.000 comerciantes, y que como Gremio de Pequeños Comerciantes e Industriales ingresó en la UGT catalana. El PSUC se convirtió en el portavoz de los intereses de estos sectores pequeño burgueses y, sin duda, Joan Camarera, su secretario general, en su máximo agitador. El crecimiento del PSUC fue vertiginoso en los meses que van de agosto de 1936 a marzo de 1937, fecha en la que decía contar ya con 50.000 afiliados. La actividad del PSUC estaba supervisada férreamente por “Pedro”, alias del estalinista húngaro Ernö Gerö, delegado de la Comintern en el Partido catalán y responsable de la NKVD en Catalunya. La historia del camarada “Pedro” está vinculada a los hechos más sombríos de la represión contra los militantes del POUM, incluida su participación directa en el asesinato de Andreu Nin. Trabajó bajo las órdenes directas del coronel Orlov, máximo dirigente de la NKVD en España, y jugó un papel crucial en el destino final de Vladimir Antonov-Ovseenko, cónsul soviético en Barcelona (Ovseenko fue el líder de la toma del Palacio de Invierno en octubre de 1917 y ex oposicionista de izquierdas). La misión de Antonov-Ovseenko en Barcelona fue atraerse a los anarquistas a la esfera del estalinismo, pero su fracaso en la tarea le valió la recomendación de “Pedro”, su directo supervisor, para que fuera sustituido en el cargo. Antonov-Ovseenko fue posteriormente juzgado en Moscú durante las grandes purgas, condenado a muerte y ejecutado. 8

Los avances contrarrevolucionarios, tuvieron un empuje en Catalunya con la expulsión del POUM del gobierno de la Generalitat. A pesar de algunas protestas iniciales de los anarcosindicalistas, el PSUC precipitó la crisis, y Nin fue desalojado de su cargo de Consejero de Justicia. La composición del nuevo gobierno de la Generalitat, nombrado a mediados de diciembre de 1936, significó un avance cualitativo para las fuerzas estalinistas. 9

Los enfrentamientos entre el gobierno catalán y las organizaciones anarcosindicalistas y del POUM continuaron recrudeciéndose. 10 Al mismo tiempo, el descontento cundía entre los obreros barceloneses, y entre sus mujeres, por la carestía de la vida y los continuos ataques del Consejero estalinista Joan Comorera contra los comités de abastos, en manos de los anarcosindicalistas. Estos comités de barrio que controlaban los almacenes, supervisaban “qué, cómo, cuanto y a qué precio de venta al público se aprovisionaba a los detallistas, una vez satisfechas las necesidades ‘revolucionarias’ del barrio, esto es, de enfermos, niños, parados, comedores populares, etcétera. Comorera propugnaba la desaparición de esos comités revolucionarios de barrio y el libre mercado. Sabía, además, que una cosa implicaba la otra, y que, sin la supresión de los comités de defensa, el libre mercado sería una quimera.” 11

El líder del PSUC, instigador de manifestaciones callejeras con el eslogan “Menos comités y más pan”, decretó la disolución de estos comités pero, como señala Bolloten, “el decreto de Comorera no podía aplicarse mientras el poder armado de los revolucionarios permaneciera intacto. Para socavar su posición, el PSUC no había dejado de presionar desde la crisis de diciembre a fin de acabar con la dualidad de poderes policiales en la región (…) este poder estaba dividido entre las patrullas, bajo la autoridad de la Junta de Seguridad, dominada por la CNT, y la Guardia Nacional Republicana y la de Asalto, bajo el control del Consejero de Seguridad Interior, Artemio Aiguadé.” 12

En Catalunya los obreros anarquistas y poumistas, alarmados por los ataques contra las conquistas revolucionarias, fueron traduciendo su descontento en oposición creciente y presión hacia sus dirigentes. El surgimiento de grupos de oposición en la CNT-FAI, como “Los Amigos de Durruti”, ponía de manifiesto el estado de ánimo reinante en sus filas. Un fenómeno similar ocurría en el interior del POUM, especialmente entre muchos de sus militantes barceloneses. Las masas que habían aplastado la insurrección fascista el 19 de julio, difícilmente aceptarían sin lucha la liquidación de la revolución.

El 27 de marzo de 1937 los ministros de la CNT en la Generalitat abandonaron el gobierno catalán: “No podemos sacrificar la revolución al concepto de unidad”, declaraba la prensa de la CNT, “la unidad se ha mantenido sobre las bases de nuestras concesiones”. Pero en una situación revolucionaria son los hechos, y no las declaraciones periodísticas, lo único que cuenta y la dirección de la CNT había aceptado todas las medidas del gobierno de Companys: desarme de los obreros, decretos de disolución de los comités, las milicias y patrullas obreras, subordinación de los comités de fábrica a la Generalitat… Finalmente, y después de dos recomposiciones de gobierno, los consejeros de la CNT se reintegraron al gobierno de la Generalitat el 16 de abril.

En contraste con la actitud de los dirigentes anarquistas, un amplio sector de la base confederal no estaba dispuesto a más concesiones. Los artículos denunciando la marcha de la contrarrevolución, y llamando a resistir contra el desarme de los obreros, fueron abundantes en la prensa anarquista y anarcosindicalista de aquellos días. También en La Batalla, el órgano del POUM, se sucedieron las llamadas a los dirigentes de la CNT a abandonar la línea colaboracionista y poner freno al retroceso revolucionario. 13 La tensión llegaba a su punto culminante. Durante las últimas semanas de abril los enfrentamientos entre la Guardia de Asalto y los obreros se multiplicaron, y los incidentes armados hicieron correr la sangre. 14 Todas las acciones de los trabajadores que podían transformase en una contestación al gobierno eran evitadas o prohibidas, como ocurrió con las manifestaciones del Primero de Mayo de ese año. La tensión llegó a un punto crítico: “La garantía de la revolución es el proletariado en armas”, se leía en Solidaridad Obrera el 2 de mayo “Intentar desarmar al pueblo es colocarse al otro lado de la barricada. Por muy Consejero o Comisario que se sea, no se puede dictar orden de desarme contra los trabajadores, que luchan contra el fascismo con más generosidad y heroísmo que todos los políticos de la retaguardia, cuya incapacidad e impotencia nadie ignora. ¡Trabajadores, que nadie se deje desarmar bajo ningún concepto!”

La lucha abierta entre el ala izquierda de la revolución —que se resistía a abandonar sus posiciones y conquistas— y el aparato gubernamental, liderado por el estalinismo, entró en una fase decisiva. Las calumnias e infamias contra los militantes revolucionarios arreciaron durante meses, creando un estado de opinión propicio. Todos ellos fueron acusados de “trotsko-fascistas”, provocadores, agentes de Franco. Siguiendo el escandaloso ejemplo de los juicios de Moscú, la propaganda contra el trotskismo se convirtió en lo más parecido a un acto de la inquisición en aquellos días. Todo valía con tal de extender la idea de que aquellos que discrepaban de la “línea general” estaban infectados por este “virus” y, por tanto, actuaban como colaboradores de Franco y los fascistas. Los llamamientos a la represión directa contra los que protestaban, y se rebelaban, inundaban los discursos de los dirigentes del PCE.

De hecho, está sobradamente documentada la preocupación en los círculos dirigentes de Moscú ante la resistencia de estos sectores, y su obsesión especial por liquidar al POUM de la escena política y evitar el crecimiento de su influencia entre la base anarquista. En un informe del 22 de febrero de 1937, enviado por el plenipotenciario soviético en España, Marchenko, al ministro soviético de Asuntos Exteriores, Maxin Litvinov, se aprecia claramente estos extremos: “(…) El POUM es peligroso ahora porque en sus filas militan varios miles de personas, y está intentando, a través de los anarquistas más extremistas, arrastrar a su orbita de actividades provocadoras a una franja significativa de la CNT. Pretende sabotear de todas las formas posibles el planeado acercamiento entre el partido y el liderazgo de la CNT. Agentes del POUM han inducido ya ataques provocadores contra los ministros anarquistas en la prensa de esa tendencia (…) Hay que decir francamente que los comunistas no siempre muestran la vigilancia necesaria hacia los trotskistas. Así, como ya se le informó, durante el juicio en Moscú al centro contrarrevolucionario paralelo, en el periódico Treball —órgano del Partido Socialista Unificado en Barcelona— apareció un artículo en el que se alababa a Trotski como salvador de Petrogrado. Mientras que los trotskistas utilizan la menor ocasión para atacar al partido, la prensa comunista no está llevando a cabo actividades sistemáticas para denunciar a los poumistas (…)”. 15

Por más alucinante que fuese, a los mandos de Moscú y a Stalin les parecía insuficiente la ofensiva contra el “trotskismo” desplegada por el PCE y exigían más “energía”. Un hecho increíble, cuando los dirigentes del Partido se aplicaban a la tarea con todo el ardor necesario.

José Díaz, ante el pleno del Comité Central del Partido en marzo de 1937, fue contundente en su discurso: “(…) ¿Quiénes, son los enemigos del pueblo? Los enemigos del pueblo son los fascistas, los trotskistas y los “incontrolables”. Si nuestra preocupación fundamental, en los momentos actuales, es la de conseguir la unión de todo el pueblo español, es decir, la unión del proletariado y de todos los hombres amantes del progreso, de todos los que aman y anhelan una España próspera y feliz, debe ser también preocupación nuestra descubrir y denunciar a todos los enemigos del pueblo, estén donde estén. Nuestro enemigo principal es el fascismo. Contra él concentramos todo el fuego y todo el odio del pueblo. Contra el ponemos en pie todas las fuerzas prestas a aniquilarlo; pero nuestro odio va dirigido también, con la misma fuerza concentrada, contra los agentes del fascismo, que como los “poumistas”, trotskistas disfrazados, se esconden detrás de consignas pretendidamente revolucionarias, para cumplir mejor su misión de agentes de nuestros enemigos emboscados en nuestra propia tierra. No se puede aniquilar a la Quinta Columna si no se aniquila también a los que políticamente defienden también las consignas del enemigo, encaminadas a desarticular y desunir las fuerzas antifascistas.

“Las consignas del enemigo son; contra la República democrática, contra el Frente Popular antifascista, contra el Gobierno del Frente Popular, contra el Ejército regular, etcétera, y, sobre todo, contra la Unión Soviética por su magnífica solidaridad con el pueblo español en esta lucha. Aunque los trotskistas tratan de encubrirlas con otras consignas aparentemente más revolucionarias, como las de República social, Gobierno obrero, Milicias rojas, no pueden por menos de enseñar la oreja fascista. Y, si no, pruebas al canto. No quiero citar todas las canalladas que escriben diariamente los trotskistas en su periodicucho La Batalla. Apuntaré tan sólo algunas coincidencias entre el trotskismo y el fascismo. ¿Quién se proponía, a través del golpe de Estado, suprimir el Parlamento a sablazos? Franco y demás fascistas nacionales y extranjeros. Pues bien: ¿cuál es la consigna, coincidente con la de los fascistas, que lanzan los trotskistas españoles? La supresión del Parlamento. He aquí lo que publica “La Batalla”, del día 30 de noviembre de 1936, como cosa abordada por el Comité Central del POUM en su reunión del día 18: ‘Hay que destruir los Parlamentos, tanto de Madrid como de Barcelona, porque están completamente superados.’ Coincidencia perfecta, absoluta, con los fascistas.

“Franco y demás canallas se atribuyen desvergonzadamente la defensa de la patria, de la nación. A ellos, que han traicionado a la patria, que venden al fascismo internacional pedazos de nuestro suelo, que tienen la desfachatez de llamarse “nacionalistas”, les irrita y exaspera enormemente que les denunciemos como lo que son: como traidores a la patria y verdugos del pueblo; no quieren que reivindiquemos para nosotros, para el pueblo español, el derecho que legítimamente nos corresponde de defender a nuestro país. Pues bien; ¿cuál es la posición de los trotskistas a este respecto? Exactamente la misma que la de Franco. He aquí lo que dicen en el diario La Batalla del 23 de enero de 1937: ‘Esta fórmula de unión nacional y de defensa de la patria frente al invasor del extranjero que lanzan los jóvenes socialistas unificados y los comunistas oficiales y que suscriben los republicanos, puede ser aceptada perfectamente por los fascistas.’ Coincidencia también absoluta con el fascismo.

“He aquí que se descubre una conspiración gestada por los trotskistas en la Unión Soviética y los reos trotskistas traidores a la Patria del Socialismo, convictos y confesos, van a ser juzgados por el Tribunal Proletario. He aquí que la prensa fascista alemana e italiana llena de injurias al régimen soviético por haber descubierto la trama criminal de sus agentes. Pues los trotskistas españoles, como no podía ser menos, corren en defensa de sus amigos, empleando para ello el mismo lenguaje de los fascistas. La Batalla del día 24 de enero de 1937, para no citar más que un número, contiene la siguiente afirmación: ‘En Moscú se prepara un nuevo crimen. En la Rusia actual ha sido abolida la más elemental idea de democracia obrera, para caer en un régimen burocrático de dictadura personal. Al proletariado internacional no se le puede decir que defienda la causa de Rusia si se le niega el derecho a saber lo que ocurre en Rusia.’ ¿Para qué citar más? Basta con lo expuesto para poner de relieve la coincidencia entre fascistas y trotskistas.

“Como se ve, estas gentes no tienen nada que ver con el proletariado, ni con ninguna tendencia que se precie de honrada. Y si nosotros combatimos a los trotskistas es porque son agentes de nuestros enemigos, introducidos en las filas antifascistas. Es un grave error considerar a los trotskistas como una fracción del movimiento obrero. Se trata de un grupo sin principios, de contrarrevolucionarios clasificados como agentes del fascismo internacional. El reciente procesó de Moscú ha demostrado a la luz del día, que el jefe de la banda, Trotski, es un agente directo de la Gestapo. En su odio contra la Unión Soviética, contra el gran Partido bolchevique y contra la Internacional Comunista, se dan la mano con los fascistas. Por eso la firme actitud del Partido Comunista, al negarse a convivir en ningún organismo con los trotskistas, es completamente justa, y nosotros la aprobamos con todas sus consecuencias. El Partido debe plantear ante las masas obreras la lucha contra los trotskistas de un modo intransigente, con objeto de educarlas en la lucha encarnizada contra sus enemigos encubiertos.

“El trotskismo no es un partido político, sino una banda de elementos contrarrevolucionarios. El fascismo, el trotskismo y los “incontrolables” son, pues, los tres enemigos del pueblo que deben ser eliminados de la vida política, no solamente en España, sino en todos los países civilizados.”

El tono del discurso no tiene nada que envidiar a las insidias lanzadas por Iagoda, Iezhov, Beria o Vyshinsky contra la vieja guardia bolchevique en los juicios de Moscú. Pero ¿por qué esta hostilidad sin parangón contra Trotsky y el trotskismo? Las ideas siempre reflejan intereses materiales de la sociedad. Trotsky, el colaborador más estrecho de Lenin en los grandes acontecimientos de octubre de 1917, fundador del Ejército Rojo y Comisario de sus tropas durante los difíciles años de la intervención imperialista y la guerra civil, había denunciado valientemente la política oportunista de la nueva burocracia, su giro autoritario y su renuncia al internacionalismo proletario leninista. Sus seguidores fueron perseguidos con saña en la URSS, encarcelados e internados en los campos de concentración de Vorkuta, Kolimá y otros semejantes, donde fueron exterminados por millares.16

Pero Trotsky nunca capituló, a pesar de que sufrió brutalmente el cerco de la policía estalinista, con su exilio de la URSS, y el asesinato de sus hijos, familiares y colaboradores más cercanos. Trotsky siguió muy de cerca los acontecimientos revolucionarios en España, y sus escritos sobre el tema contienen lecciones sobresalientes de teoría marxista y dialéctica materialista. Hasta el último de sus alientos, cuando fue asesinado por Ramón Mercader en su residencia mexicana de Coyoacan, se mantuvo leal a las ideas del marxismo revolucionario. Por eso mismo fue perseguido y calumniado por la maquinaria estalinista, como antes lo habían sido Lenin, Rosa Luxemburgo, y el mismo, por la burguesía imperialista, ahora convertida en aliada de Stalin.

Miles de militantes comunistas han tenido que conocer esta verdad muy tarde, después de que el régimen de Stalin, que había “construido definitivamente el socialismo en la URSS” colapsase, y que la burocracia se convirtiera en la nueva burguesía rusa. Fueron demasiados los que creyeron estas mentiras y calumnias. No obstante, muchos otros reconocieron esta impostura después de haber vivido en carne propia los desmanes estalinistas y las purgas, sin renunciar por eso a la causa del socialismo. Estas personas siguen siendo un ejemplo de lucha y abnegación.

Artur London, el brigadista checoslovaco, miembro del Partido Comunista y compañero de Lise London, que combatió en las trincheras españolas y padeció la represión estalinista en su país cuando era viceministro de Asuntos Exteriores en Checoslovaquía (y que retrato crudamente en su magnífica obra La Confesión), dejó escrito: “(…) No es de extrañar que en 1934 aceptáramos la tesis estalinista de que el asesinato de Kirov era una manifestación de agresividad hitleriana, un complot antisoviético que exigía una respuesta inmediata. También creíamos las acusaciones lanzadas por Stalin y el equipo dirigente del Partido Bolchevique contra Trotsky y, más tarde, contra los demás compañeros de Lenin. Nuestra fe en Stalin nos cegaba y no entendíamos que sus desacuerdos con otros líderes del partido habían degenerado en un simple ajuste de cuentas, que las medidas represivas habían sustituido a la discusión, y que la calumnia y la mentira eran utilizadas para desacreditar a auténticos revolucionarios. Todo lo que aparecía como un ataque contra la URSS era considerado ‘objetivamente’ como una ayuda a nuestros adversarios. Así fue posible entre nosotros la visión de un Trotsky transformado en agente del nazismo. Ésta es una página negra del movimiento comunista internacional, que siguiendo a Stalin se hizo cómplice suyo.” 17

Artur London no fue el único en reconocer esta actividad criminal, incompatible con la causa de los trabajadores. Otro destacado militante comunista, y víctima como London de las purgas estalinistas, Leopold Trepper, el gran jefe de la Orquesta Roja, el servicio de contraespionaje organizado por la Comintern en la Europa ocupada por los nazis, escribió en su obra El Gran Juego un tributo al revolucionario ruso: “Los fulgores de octubre iban extinguiéndose en los crepúsculos carcelarios. La revolución degenerada había engendrado un sistema de terror y horror, en el que eran escarnecidos los ideales socialistas en nombre de un dogma fosilizado que los verdugos tenían aún la desfachatez de llamar marxismo. Y, sin embargo, desterrados pero dóciles, nos había seguido triturando el engranaje que habíamos puesto en marcha con nuestras propias manos. Cual ruedas del mecanismo, aterrorizados hasta el extravío, nos habíamos convertido en instrumentos de nuestra propia sumisión. Todos los que no se alzaron contra la maquina estalinista son responsables, colectivamente responsables de sus crímenes. Tampoco yo me libro de este veredicto.

“Pero, ¿quién protesto en aquella época? ¿Quién se levantó para gritar su hastío? Los trotskistas pueden reivindicar ese honor. A semejanza de su líder, que pagó su obstinación con un pioletazo, los trotskistas combatieron totalmente el estalinismo y fueron los únicos que lo hicieron. En la época de las grandes purgas, ya sólo podían gritar su rebeldía en las inmensidades heladas, a las que los habían conducido para mejor exterminarlos. En los campos de concentración, su conducta fue siempre digna e incluso ejemplar. Pero sus voces se perdieron en la tundra siberiana. Hoy día los trotskistas tienen el derecho a acusar a quienes antaño corearon los aullidos de muerte de los lobos. Que no olviden, sin embargo, que poseían sobre nosotros la inmensa ventaja de disponer de un sistema político coherente, susceptible de sustituir al estalinismo, y al que podían agarrarse en medio de la profunda miseria de la revolución traicionada. Los trotskistas no ‘confesaban’, porque sabían que sus confesiones no servirían ni al partido ni al socialismo.” 18

Los golpes contra la vieja guardia bolchevique, lanzados por Stalin en 1936 y en años sucesivos, se trasladaron al escenario español: el objetivo de aplastar a los trabajadores revolucionarios se convirtió en una prioridad.

La lucha contra los restos del poder revolucionario en Catalunya llegó a su momento decisivo a principios del mes de mayo. El incidente que la desató fue el intento de recuperar el dominio de las comunicaciones que, en Barcelona, todavía permanecían en manos de los militantes anarcosindicalistas desde el 19 de julio. La Central Telefónica era un claro ejemplo de doble poder: el gobierno de Madrid se veía obligado a aceptar que sus comunicaciones con la Generalitat fueran controladas por los obreros, con el riesgo que eso suponía.

Con el objetivo de eliminar este obstáculo, el 3 de mayo un destacamento de Guardias de Asalto comandados por el dirigente del PSUC, Rodríguez Salas, intento desarmar a los milicianos que se encontraban en los pisos inferiores del edificio de la Telefónica. La reacción de los obreros anarquistas que custodiaban los pisos superiores fue inmediata y la refriega de disparos no se hizo esperar. La provocación estalinista desencadenó la movilización de miles de trabajadores en las fábricas y en los barrios que volvieron a tomar las armas y levantaron barricadas. El movimiento insurreccional se extendió como la pólvora por todas las zonas de la ciudad y fuera de ella, como en Lérida, donde la misma noche del 3 de mayo, la Guardia Civil rindió sus armas a los obreros, o en Tarragona y Girona, donde los locales del PSUC y Estat Catalá fueron tomados como medida preventiva por militantes del POUM y CNT.

Los dirigentes del POUM y la CNT tenían en sus manos la capacidad de dar un cambio drástico a la situación. Apoyándose en la acción revolucionaria de los obreros de Barcelona podían haber tomado el poder en una vasta zona, haber profundizado el control obrero en las fábricas y las colectivizaciones en toda Catalunya, realizado la centralización de las milicias para librar una guerra revolucionaria contra Franco y hacer un llamamiento a los trabajadores del resto de la península para seguir su ejemplo. Los trabajadores catalanes marcaban de nuevo con su acción el camino de la revolución socialista.

La alarma en las filas gubernamentales era tremenda. Según escribe Botollen: “A las nueve y media de la noche [del martes 4 de mayo], Prieto volvió a comunicarse con Azaña. Le dijo que los destructores Lepanto y Sánchez Barcaiztegui (que debían evacuar la Presidente) habían salido de Cartagena a las dos de la tarde y que cinco compañías de la fuerza aérea llegarían a Valencia a las tres de la mañana camino de Barcelona, ‘El espíritu de las fuerzas magnífico, así como el de las dotaciones de los barcos’. A esto Azaña replicó: ‘Aquí, en mi residencia [el edificio del Parlamento Catalán], seguimos sin grandes medios de defensa’…” 19

Los acontecimientos de aquellas jornadas de mayo han pasado a la historia como el canto del cisne de la revolución. El martes 4, la prensa de la CNT pedía la dimisión de Salas pero no mencionaba ni una sola palabra sobre los obreros insurrectos. Tampoco en La Batalla, órgano del POUM, se proponían consignas ni directrices. Los dirigentes de la CNT optaron por pedir a los obreros que abandonasen las barricadas y se sometiesen a la disciplina del Frente Popular. En ese momento, la escisión entre los militantes anarquistas, combatientes activos de las barricadas, y sus líderes alcanzó el punto máximo. Una política revolucionaria seria por parte del POUM, cuyos militantes fueron saludados calurosamente por los miembros de la CNT en el fragor de la batalla callejera, podría haber atraído a sus filas a miles de obreros y jóvenes anarquistas. Sin embargo, los líderes del POUM no tomaron ninguna iniciativa. A pesar de todo, los obreros no se movieron. Los ministros de la CNT tuvieron que realizar un gran esfuerzo por convencer a los trabajadores confederales para que depusieran su actitud. Federica Montseny y García Oliver se dirigieron una y otra vez por radio a los militantes anarquistas para que abandonasen las barricadas, propagando una profunda desmoralización y frustración entre los mejores combatientes de la revolución. 20

Un mes antes de estas jornadas, un destacado militante anarquista italiano exiliado en Barcelona, Camilo Berneri, escribió una carta abierta a Federica Montseny: “Es hora de darse cuenta de si los anarquistas estamos en el Gobierno para hacer de vestales a un fuego, casi extinguido, o bien si están para servir de gorro frigio a politicastros que flirtean con el enemigo, o con las fuerzas de la restauración de la república de todas las clases. (…) El dilema guerra o revolución no tiene ya sentido. El único dilema es éste: o la victoria sobre Franco gracias a la guerra revolucionaria, o la derrota (…) El problema para ti, y para los otros compañeros, es el de escoger entre el Versalles de Thiers o el París de la Comuna”. 21

El miércoles 5 de mayo, representantes del Gobierno y dirigentes anarquistas se trasladaron a Lérida a detener a un grupo de 500 milicianos de la CNT y POUM que se dirigían a la capital catalana en apoyo de los obreros insurrectos. Mientras tanto, en la capital catalana se sucedieron violentos combates; los militantes confederales demostraban que no estaban de acuerdo con las instrucciones de sus líderes. 22

Los dirigentes de la CNT, superados completamente por su base, propusieron un “acuerdo” a los trabajadores insurrectos para levantar las barricadas: cada partido mantendría sus posiciones y los comités responsables serían informados si en algún lugar se rompía el pacto. Obviamente, el gobierno aceptó la propuesta con tal de frenar el movimiento. Los líderes de la CNT y el POUM, contentos con las declaraciones de los representantes gubernamentales, instaron a los obreros a abandonar las barricadas y volver al trabajo. Tan solo el pequeño grupo de los Bolcheviques-Leninistas, (sección española de la IV Internacional) y Los Amigos de Durruti, que gozaban de cierta influencia entre los obreros anarquistas movilizados, distribuyeron propaganda revolucionaria en las barricadas emplazando a los trabajadores a continuar la ofensiva. El grupo anarquista disidente, dirigido por Jaime Balius, fue denunciado por la dirección de la CNT-FAI como agentes provocadores y su propaganda calificada de inaceptable. 23

El jueves 6 de mayo, el Gobierno movilizaba ya a 1.500 guardias de asalto desde Valencia con la intención de desarmar a los obreros barceloneses. Los líderes de la CNT entregaron todo el poder militar a los mandos enviados por el gobierno republicano. El resultado no se hizo esperar: la represión se cebó contra los trabajadores que fueron desarmados violentamente por los guardias de asalto provenientes de Valencia, a los que el gobierno de Companys prestó toda su colaboración. Además de los 500 muertos y de los cerca de 2.000 heridos durante los enfrentamientos entre los obreros revolucionarios y las fuerzas republicanas y estalinistas, posteriormente muchos militantes de la CNT y el POUM fueron encarcelados acusados de “contrarrevolucionarios”. 24

Las calumnias y mentiras contra el levantamiento obrero de mayo llenaron la prensa estalinista. Pravda se refirió a él como un “putsch trotskista-anarquista” ordenado por Franco. L’Humanite, órgano del PCF, se lo calificó de “putsch hitleriano”; Frente Rojo, del PCE, lo presentó como un golpe de “agentes trotskistas contrarrevolucionarios”. En los documentos secretos enviados a la Comintern, la línea de la propaganda oficial estalinista fue delineada con claridad: “(…) los trotskistas-poumistas se revelaron a la nación como la gente que pertenece en cuerpo y alma a la quinta columna de Franco, La gente está alimentando una animosidad increíble contra los trotskistas. Las masas están exigiendo una represión enérgica y despiadada. Eso es lo que piden las masas del pueblo de toda España, Cataluña y Barcelona. ¡Piden el completo desarme, la detención de los dirigentes, la creación de un tribunal militar especial para los trotskistas! Eso es lo que exigen las masas…” 25

En junio de 1937 el POUM fue disuelto, sus principales dirigentes fueron detenidos y miles de militantes tuvieron que pasar a la clandestinidad. Como hemos señalado anteriormente, Andreu Nin, después de sufrir brutales torturas, fue asesinado por un comando especial de la GPU, policía política estalinista. 26 Este crimen provocó la reacción de muchos trabajadores e intelectuales, dentro y fuera del Estado español. Los muros de numerosas ciudades se pintaron con la proclama “¿Dónde está Nin?”, que a su vez era contestada por los estalinistas con una soflama indigna: “En Salamanca o en Berlín”.

Al igual que Nin, decenas de militantes anarquistas, poumistas y trotskistas fueron eliminados por la represión del aparato estalinista, en medio de una campaña ensordecedora. “Justificar la supresión de revolucionarios con calumnias no es nada nuevo” escribe Felix Morrow, “Cuando, en Paris, la insurrección de junio de 1848 fue ahogada en sangre, el demócrata de izquierdas Flaucon aseguró ante la Asamblea Nacional que los insurrectos habían sido sobornados por los monárquicos y los gobiernos extranjeros. Cuando los espartaquistas fueron asesinados, Ludendorff —y, por tanto, los socialdemócratas que los mataron— les acusaron de ser agentes de Inglaterra. Cuando la contrarrevolución resultó victoriosa en Petrogrado, tras los días de julio, Lenin y Trotsky fueron calificados de agentes del kaiser. La destrucción de la generación de 1917 es llevada a cabo ahora por Stalin, acusándolos de haberse vendido a la Gestapo.” 27

La derrota de los obreros catalanes marcó una etapa final en el avance de la contrarrevolución. Hasta este momento, la recomposición del Estado burgués se había logrado gracias a las muletas de los dirigentes más izquierdistas, empezando por Largo Caballero y los líderes de la CNT. Stalin comprendía que los servicios prestados por el ala izquierda del Frente Popular habían sido muy útiles, pero representaban un estorbo en esta nueva fase de represión. Bajo la consigna, ¡abajo los trotsko-fascistas!, los dirigentes del PCE y sus aliados, republicanos burgueses y socialistas de Prieto, dieron marcha a una campaña de burdas manipulaciones y falsas acusaciones contra el POUM y sus dirigentes. Para lograr su ilegalización, desmantelamiento y procesamiento no se ahorró en medios, desde fabricar informes falsos que supuestamente probaban su colaboración con Falange, hasta la detención y eliminación física de sus militantes y dirigentes, como fue el caso de Andreu Nin. 28 En esa coyuntura Stalin exigía un trabajo completo al gobierno republicano, pero Largo Caballero no estuvo dispuesto a participar de estas burdas maniobras. Su negativa a colaborar en las acusaciones montadas contra el POUM, precipitó la crisis en las filas del Frente Popular y su salida del gobierno, larvada desde hacía meses.

NOTAS

[1] El 28 de diciembre de 1936, tras los primeros zarpazos represivos contra el POUM en Madrid, la Comintern señaló: “El Presidium de la CE de la IC estima justa la lucha llevada a cabo por el Partido Comunista y apoyada por las demás organizaciones del Frente Popular, contra los trotskistas, agentes fascistas que hacen una labor de provocación en beneficio de Hitler y del general Franco, tratando de dividir el Frente Popular, llevando a cabo una campaña de calumnias contrarrevolucionarias contra la URSS y empleando todos los medios, toda clase de intrigas y procedimientos demagógicos para impedir el aplastamiento del fascismo en España. Considerando que los trotskistas hacen, en interés del fascismo, un trabajo de zapa a retaguardia de las tropas republicanas, el Presidium aprueba la línea del partido que tiende a la derrota completa y definitiva del trotskismo en España, condición necesaria para la victoria sobre el fascismo.” Elorza, op. cit. p. 365.

[2] Palabras de Federico Melchor, citado en Bolloten, op. cit., p. 387.

[3] Ricard Viñas, op. cit., pp. 66-67.

[4] Bolloten, op. cit., p. 387.

[5] Carta publicada en Juventud Libre, 1 de mayo de 1937, citada en Bolloten, op, cit., p. 388. La fracción crítica radicalizará su oposición a la deriva estalinista de la JSU, y un ejemplo de ello sería la publicación por parte de Carlos Hernández de un folleto titulado Tercera etapa de Octubre, que reivindica la vuelta a la tradición marxista de las Juventudes Socialistas.

[6] Bolloten, op, cit., p. 389.

[7] George Orwell. Homenaje a Cataluña, Ed. Vírus, Barcelona 2000, p 109.

[8] Agustín Guillamón escribió un extenso trabajo sobre el papel de Ernö Gerö: “Se relacionaba fundamentalmente con Joan Comorera, Miquel Valdés y Pere Ardiaca. De una amplia cultura económica, musical e histórica, y muy versado en técnicas militares, hablaba el francés, alemán, húngaro y ruso. También hablaba castellano, sin demasiada fluidez, y entendía el catalán, aunque no lo hablaba. Preparaba y asistía a casi todas las reuniones del CE del PSUC, de las que redactaba posteriormente un informe (…) Como consejero de la IC en el PSUC, dirigía el partido, al que señalaba la línea estratégica y política a seguir, y preparaba con Comorera las intervenciones de éste, como secretario, en las reuniones semanales del PSUC. Aunque “Pedro” presumía, en la nueva línea preconizada por Moscú, de que su dirección se fundamentaba en un estilo de mando caracterizado por los “consejos”, sabía que la autoridad aplastante que tenía un delegado del Comintern en el PSUC, convertía esos “consejos” en órdenes indiscutibles. En realidad el ámbito de su acción abarcaba hasta los menores detalles en la vida y organización del partido (…) Como responsable de la NKVD en Cataluña, “Pedro” fue uno de los principales promotores de las checas barcelonesas, nombre con el que eran conocidas las prisiones particulares y secretas de partidos, organizaciones o fuerzas de seguridad. Aunque después de julio de 1936 todas las fuerzas políticas tuvieron sus prisiones, para perseguir a los fascistas, con el transcurso de los meses, en 1938, quedaron todas ellas en poder de los estalinistas y del Servicio de Información Militar (SIM), íntimamente interrelacionados, para reprimir esencialmente a los anarquistas y poumistas. Del mismo modo, el Servei Secret d’Informació (SSI), creado por la Generalidad, fue primero copado e intervenido por “Pedro” y los agentes soviéticos, que más tarde lo absorbieron, convirtiéndolo en la estructura del SIM en Cataluña…” Agustín Guillamón, El terror estalinista en Barcelona (1938). Biografía de “Pedro”. Balance. Cuaderno de historia número 33.

[9] El nuevo gobierno se formó el 16 de diciembre de 1936 con la participación de los siguientes consejeros del PSUC: Joan Comorera (Abastos); Miguel Valdés (Trabajo y Obras Públicas) y Rafael Vidiella (Justicia).

[10] Hernández Sánchez, que mantiene una posición completamente favorable a los estalinistas en las luchas que se sucedieron en Catalunya durante la primavera de 1937, hace un relato exhaustivo de estos enfrentamientos en su libro (páginas 162- 182).

[11] Para conocer en detalle la lucha de Comorera contra los comités de abasto, que conforman un punto crucial previó en el levantamiento de mayo de 1937, se puede consultar el libro citado de Agustín Guillamón, Los comités de defensa de la CNT en Barcelona (1933-1938), pp. 154-180. También el de Pelai Pagés, Cataluña en guerra y revolución, pp. 190-192.

[12] Bolloten, op. cit., p 641

[13] Refiriéndose a la reintegración de los consejeros cenetistas a la Generalitat, La Batalla planteaba lo siguiente el 17 de abril de 1937: “Los camaradas de la Confederación Nacional del Trabajo no supieron tomar posiciones ante el problema del Poder. [En] lugar de impulsar a la clase trabajadora hacia la toma integra del mismo, prefirieron estimarlo como una simple cuestión de colaboración (…) Estamos seguros de que la masa de trabajadores de la CNT verá la solución de esta crisis con el mismo desagrado que la vemos nosotros (…) el reformismo no cejará en su empresa. Si los compañeros de la CNT no se dan cuenta de ello, peor para ellos y peor para todos nosotros. Porque lo que se ventila no es el porvenir de una cualquiera de las organizaciones, sino el futuro de la revolución”. Los dirigentes del POUM hacían sonar todas las alarmas, pero ellos también tenían su parte de responsabilidad en la política de colaboración y liquidación de los organismos de poder obrero mientras formaron parte del primer gobierno de la Generalitat.

[14] El 24 de abril se produjo un intento fallido de atentado contra el comisario de policía Rodríguez Salas, militante del PSUC. Al día siguiente fue asesinado Roldán Cortada, dirigente del PSUC y secretario del Consejero Rafael Vidiella. El 27 de abril, día del funeral por Cortada, el PSUC realizó una gran demostración de fuerza con una manifestación de miles. A los pocos días fue asesinado Antonio Martín, presidente del comité revolucionario en Puigcerdá, en la frontera con Francia, tras un enfrentamiento con Carabineros y miembros de la Guardia Nacional Republicana. Poco después, Negrín envió camiones de estas fuerzas desde Valencia para controlar los puestos fronterizos, hasta entonces en manos de los comités revolucionarios.

[15] Citado en Radosh, op. cit. p. 185.

[16] Para conocer más a fondo la represión y el exterminio de la Oposición de Izquierda de la URSS, Pierre Broué escribió un libro imprescindible: Comunistas contra Stalin. Masacre de una generación, Ed. SEPHA, Málaga 2008. También del mismo autor es la obra Los Procesos de Moscú, Ed. Anagrama, Barcelona, 1988

[17] Artur London, Se levantaron antes del alba, Ediciones Península, Barcelona 1978, p. 13.

Su mujer, Lise London, que participó en la organización de las Brigadas Internacionales en la base de Albacete, y posteriormente, igual que Artur, denunció activamente el estalinismo, escribió dos hermosos libros sobre su actividad militante en la guerra civil española y en la resistencia contra el nazismo: Roja Primavera y Memoria de la Resistencia, ambos editados por Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, Madrid, 1996 y 1997. Lise murió el 13 de marzo de 2012.

[18] Leopold Trrepper, El gran juego, Editorial Ariel, Barcelona 1977, p 68. Esta es una obra fundamental que debe estar en la biblioteca de todo militante comunista.

Cabe citar, entre los innumerables testimonios de comunistas que rompieron con Stalin, a Ignacio Reiss, el agente de la NKVD que denuncio a la burocracia y fue asesinado en septiembre de 1937. Reiss, conocido como Ludwig, escribió una carta al Comité Central del PCUS el 17 de julio de 1937: “ La carta que os escribo hoy debía haberla escrito hace ya largo tiempo, el día en que los ‘dieciseis’ fueron masacrados en los sótanos de la Lubianka de acuerdo a las órdenes del ‘Padre de los Pueblos’. Entonces guarde silencio. Tampoco eleve mi voz para protestar en ocasión de los asesinatos que siguieron, y ese silencio hace gravitar sobre mi una pesada responsabilidad. Mi falta es grande, pero me esforzare por repararla lo más pronto posible, con el fin de aliviar mi conciencia. Hasta entonces marché a vuestro lado, pero ya no daré un paso más en vuestra compañía. ¡Nuestros caminos se separan! ¡El que se calla hoy se convierte en cómplice de Stalin y traiciona la causa de la clase obrera y el socialismo! (…) La verdad se abrirá camino, el día de la verdad está más cercano, mucho más cercano de lo que piensan los señores del Kremlin. El día en que el socialismo internacional juzgará los crímenes cometidos en el curso de los últimos diez años, esta próximo (…) Para que la Unión Soviética y el movimiento obrero internacional en su conjunto no sucumban definitivamente bajo los golpes de la contrarrevolución abierta y del fascismo, el movimiento obrero debe desembarazarse de Stalin y del estalinismo. Esa mezcla del peor de los oportunismos —un oportunismo sin principios—, de sangre y de mentiras, amenaza emponzoñar el mundo entero y aniquilar los restos del movimiento obrero. ¡Lucha sin tregua al estalinismo! ¡No al frente popular, si a la lucha de clases! Tales son las tareas imperativas de la hora (…) Recobró mi libertad. Vuelvo a Lenin. A su enseñanza y a su acción. Pretendo consagrar mis humildes fuerzas a la causa de Lenin: ¡Quiero combatir, pues solamente nuestra victoria —la victoria de la revolución proletaria— liberará a la Humanidad del capitalismo y a la Unión Soviética del estalinismo! ¡Adelante hacia nuevos combates por el socialismo y la revolución proletaria! ¡Por la construcción de la IV Internacional!…” Reproducido en Elisabeth K. Poretski, Nuestra propia gente, Ed. ZYX, Madrid, 1972.

[19] Bolloten, op. cit., p. 672.

[20] Burnett Bolloten reseña la actuación de los líderes anarquistas registradas en las conversaciones efectuadas por radio en aquellas jornadas: “El jueves 6 de mayo por la tarde, se recibió en casa CNT-FAI la noticia de que 1.500 guardias de Asalto habían llegado a las afueras de Tortosa, 190 kilómetros al sur de Barcelona. Tanto Federica Montseny, ministra de Sanidad, que había llegado el día anterior para colaborar en los intentos de pacificación, como Mariano Vázquez, secretario de la CNT, se apresuraron a ir al Palacio de la Generalitat para comunicarse con Valencia [sede del gobierno de la República]. No sin razón temían que los guardias de Asalto provocaran a su paso insurrecciones en las localidades del camino controladas por anarquistas. Recayó en el cenetista García Oliver, Ministro de Justicia que había regresado a Valencia, y en Ángel Galarza, Ministro de gobernación, la tarea de convencer a Vázquez y a Montseny de que facilitaran el paso de los guardias de Asalto por Catalunya y que restablecieran la calma en la ciudad antes de la llegada de los refuerzos. Las discusiones secretas que tuvieron lugar por telégrafo para poner fin a la lucha forman parte de las notas y documentos de Companys sobre los sucesos de mayo, de los cuales se reproducen a continuación los fragmentos más importantes:

García Oliver: Aquí Valencia, Gobernación. ¿Está el ministro de sanidad?

Montseny: Sí…oye, García. Mariano va a hablarte y luego hablaremos con Galarza.

Vázquez: (…) En muchos lugares la rotura de carnets de la CNT ha sido sistemática…Cinco compañeros de la escolta de Eroles (Dionisio Eroles, anarquista y jefe de los servicios del Comisariado General de Orden público) han sido sacados de sus lugares y asesinados. Estas y otras muchas causas parecidas han dado por resultado que los camaradas se hayan aprestado a la defensa. Situación ambiental más difícil al conocerse llegada Tortosa mil quinientos guardias. En estos momentos es imposible predecir lo que ocurrirá (…) Si Fuerza pública que viene de Valencia sigue avanzando, no será posible evitar en el camino encendiendo hogueras en los pueblos que hasta el presente no hicieron para nada.

García Oliver: Aquí García Oliver (…) Las fuerzas de Asalto que están en camino de Barcelona es indispensable que lleguen a su destino para reemplazar a las fuerzas de Barcelona, excesivamente agotadas, nerviosas y apasionadas en la lucha…Se impone que comprendáis así y lo hagáis comprender a los Comités y a los compañeros, de la misma manera que es indispensable que lo hagáis comprender a todos los compañeros de los pueblos que deben cruzar estas Fuerzas, de verdadera pacificación imparcial, absolutamente imparcial, por que el Gobierno no ignora que sin esta justa imparcialidad de las Fuerzas Públicas, el conflicto, lejos de solucionarse, se agravará, extendiéndose a toda Cataluña y al resto de España, con el consiguiente fracaso político y militar del Gobierno…”. Bolloten, op. cit., pp. 700-701.

[21] Guerra di classe, 14 de abril de 1937, citado en Gabriel Jackson, Entre la reforma y la revolución, 1931-1939, Ed. Crítica.

[22] Ese mismo día se produjeron tres incidentes de sangre que contribuyeron a envenenar más la tensión de las calles: Antonio Sesé, recién nombrado Consejero del PSUC-UGT en el gobierno catalán, fue asesinado cuando se dirigía al Palacio de la Generalitat. El coronel Escobar, delegado de Orden Público, fue herido gravemente de bala al llegar a Barcelona para hacerse cargo del puesto. En la noche de ese mismo día, los militantes anarquistas Camilo Bernieri y Francesco Berbi también fueron secuestrados y asesinados.

[23] Sobre la agrupación Los Amigos de Durruti hay trabajos excelentes de Agustín Guillamón: Los Amigos de Durruti, en Balance, nº 30; El testamento de Durruti. Antología de textos de los amigos de Durruti y otros documentos, Balance nº 17 y 18, mayo 20102, segunda edición. Biografías de los principales miembros y colaboradores de los Amigos de Durruti, Balance nº 24, abril de 2002. También el libro de Miquel Amorós, La revolución traicionada. la verdadera historia de Balius y Los Amigos de Durruti, Barcelona, Virus, 2003

[24] La dirección del POUM, superada completamente por los acontecimientos, con sus líderes colgados a las faldas de los dirigentes anarcosindicalistas y rechazando muchas de las iniciativas planteadas por sus militantes más a la izquierda como Rebull y Solano, hizo pública una declaración de su Comité Ejecutivo en La Batalla del 6 de mayo: “ Desbaratada la maniobra contrarrevolucionaria, los trabajadores deben retirarse de la lucha y reintegrarse hoy, sin falta y disciplinadamente, al trabajo, con objeto de seguir laborando con todo entusiasmo para derrotar rápidamente al fascismo. El POUM da la orden a todos su militantes armados para que se retiren de las barricadas y las calles, reintegrándose al trabajo, aunque continuando en una actitud vigilante”. En La Batalla también se podía leer que el proletariado había “obtenido una importante victoria parcial…Ha desbaratado la provocación contrarrevolucionaria. Ha conseguido la destitución de los responsables directos de la provocación. Le ha asestado un serio golpe a la burguesía y al reformismo. Hubiera podido obtener más, muchísimo más, si quienes asumen la dirección de las organizaciones hegemónicas de la clase obrera de Cataluña hubieran sabido estar a la altura de las masas (…) El proletariado debe permanecer sin embargo vigilante. Debe montar guardia, arma en brazo. Vigilar los movimientos de la burguesía y del reformismo, presto a desbaratar las maniobras contrarrevolucionarias”. Citado en Bolloten, op. cit., p. 699.

[25] Citado en Radosh, op. cit., p. 249 Según Radosh y sus colaboradores se trata de un informe enviado por un representante de la Comintern en España, posiblemente de Codovilla. Ibíd., p. 225.

[26]A pesar de la ruptura política con Nin y de sus diferencias profundas con el POUM, León Trotsky escribió un artículo, el 8 de agosto de 1937, tributando el valor y coraje del revolucionario catalán. “Cuando Nin, el dirigente del POUM, fue detenido en Barcelona, no podía existir la menor duda: Los agentes de la GPU no le dejarían vivo. Las intenciones de Stalin se han evidenciado con un cinismo excepcional cuando la GPU, que tiene en sus garras a la policía española, lanzó una declaración en la que acusaba a Nin y a toda la dirección del POUM de ser ‘agentes’ de Franco. El carácter absurdo de esta afirmación es evidente para todos los que conocen los datos elementales de la revolución española. El fundador y dirigente del POUM, J. Maurín fue hecho prisionero y fusilado por el general Franco, al principio de la guerra civil [en ese momento se desconocía el paradero de Maurín y le daban por fusilado, pero en realidad estaba encarcelado en zona nacional]. Los militantes del POUM se han batido heroicamente contra los fascistas en todos los frentes de España. Nin es un veterano e incorruptible revolucionario. Defendía los intereses del pueblo español y combatía a los agentes de la burocracia soviética. Precisamente por esto, los agentes de la GPU se han desembarazado de él, gracias a una operación bien calculada en la prisión de Barcelona. En lo que concierne al papel desempeñado en este asunto por las autoridades españolas oficiales, no podemos emitir sino suposiciones.

“La información dada en el despacho, e inspirada por la GPU, califica a Nin de ‘trotskysta’. El revolucionario desaparecido protestó frecuentemente contra esta calificación. Y con razón. El POUM tuvo siempre una actitud hostil a la IVª Internacional, tanto bajo la dirección de Maurin como bajo la de Nín. Es cierto que durante los años 1931-33, Nin, que en esta época estaba fuera del POUM mantenía una amistosa correspondencia conmigo. Pero desde el comienzo de 1933 ciertas divergencias sobre cuestiones esenciales provocaron la ruptura total entre nosotros. A lo largo de estos últimos cuatro años no hemos intercambiado más que artículos polémicos. El POUM ha excluido a los ‘trotskystas’ de sus filas. Pero para facilitar su tarea, la GPU llama ‘trotskystas’ a todos los que se oponen a la burocracia soviética. Esto facilita su sangrante represión. A pesar de las divergencias que me separan del POUM, debo reconocer que, en la lucha que Nin llevaba contra la burocracia soviética, la justicia estaba enteramente de su lado. Se esforzaba por defender la independencia del proletariado español, contra las maquinaciones burocráticas de la pandilla en el poder en Moscú. Rehusó colaborar con la GPU para arruinar los intereses del proletariado español. Éste es su único crimen. Y lo pagó con su vida.”

[27] Felix Morrow, op. cit., p. 208.

[28] La descripción del montaje contra el POUM en el que se le implicaba falsamente en un “complot” falangista, fue urdido por el agente de la NKVD “Pedro” bajo las instrucciones directas de Orlov y una permanente comunicación con Moscú. La posterior farsa judicial ha sido objeto de numerosos estudios. Entre las aportaciones más importantes para desentrañar la verdad sobre el martirio de Nin y la responsabilidad de la NKVD en su asesinato y en el aplastamiento del POUM, María Dolors Genovés realizó un impresionante documental para TV3 titulado Operación Nikolaí. Apoyándose en una gran investigación y la identificación de documentos claves en los archivos rusos, Genovés desmontó las falsas versiones y mentiras que han subsistido hasta nuestros días en la literatura histórica de corte estalinista. Se puede consultar una síntesis de su trabajo en la página de la Fundación Andreu Nin http://www.fundanin.org/genoves.htm

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