Mito y realidad del gobierno de la izquierda portuguesa

El incendio que se produjo a mediados de junio en Portugal y que se saldó con más de 60 muertos ha sido un trágico recordatorio de los efectos producidos por la combinación de la gestión capitalista de los bosques y las políticas de recortes en la inversión pública y en los servicios sociales básicos.

La responsabilidad de la tragedia recae directamente en los gobiernos que, ya antes del inicio de la crisis, redujeron la red de servicios públicos que hubiera podido minimizar los efectos de este incendio, y que aprobaron la liberalización de las plantaciones de eucalipto, facilitando así la conversión de una buena parte del territorio portugués en un polvorín a la espera de una chispa que lo hiciera explotar.

Pero el actual gobierno, en manos del Partido Socialista (PSP) con el apoyo del Partido Comunista Portugués (PCP) y del Bloco de Esquerda, no ha realizado ningún cambio de rumbo respecto a estas políticas. El proyecto de Reforma Forestal que se está debatiendo en el parlamento mantendrá las actuales 812.000 hectáreas de eucalipto —sin reducción alguna hasta al menos 2030—, lo que deja abierta la puerta a que se repitan tragedias similares a la de Pedrógão Grande. Los intereses de la industria de la pasta de papel predominan sobre la vida de las personas.

Esto es sólo un ejemplo de lo que provoca la continuidad, bajo un gobierno que se dice “de izquierdas”, de las políticas de recorte, de austeridad y de supeditación a los intereses del gran capital. Por eso resulta llamativo que desde medios progresistas del Estado español se esté desarrollando una campaña propagandística a favor del gobierno portugués, que alcanza extremos caricaturescos. Es el caso de un vídeo que circula por las redes, con cientos de miles de visualizaciones, y que presenta un panorama idílico del país, poniendo al gobierno portugués como ejemplo de buena gestión frente al gobierno del PP. “Otra política es posible” nos dicen los autores de ese vídeo, sugiriendo que sólo la incompetencia de Rajoy nos impide gozar de un “paraíso” similar al portugués.

La realidad es exactamente la opuesta. El gobierno portugués ejecuta en lo fundamental las mismas políticas que el gobierno español y la inmensa mayoría de los ciudadanos portugueses disfruta del mismo “paraíso” que disfrutamos nosotros.

¿Cómo se construye el mito de un capitalismo bien gestionado?

Como es habitual, las mayores mentiras se construyen sobre un pequeño fragmento de verdad. En este caso sobre tres medias verdades y una verdad entera.

La primera media verdad es que a principios de este año se produjo una subida del 5% en el salario mínimo, quedando en 557 euros mensuales. Aparte del hecho de que con esta cantidad es completamente imposible sobrevivir en Portugal, este aumento se pactó con la patronal a cambio de un descuento de 1,25 puntos en la cotización empresarial a la Seguridad Social por los trabajadores que se beneficien de esta subida. Dicho en otras palabras, una parte de esta subida la financia el conjunto de los trabajadores portugueses a costa de los fondos con los que se pagarán sus pensiones.

Pero lo peor de este pretendido “éxito” es que la miserable subida del salario mínimo ha sido más que compensada por un brutal retroceso general de los salarios. Desde septiembre de 2014 hasta enero de este año el sueldo base medio de los trabajadores con contrato fijo ha caído en más de un 20%, de 1.024 a 809 euros mensuales. Respecto a los trabajadores precarios, su salario medio en enero de 2017 era de 603 euros, rozando el salario mínimo. La realidad es que la caída de salarios en Portugal ha sido muchísimo mayor que la que hemos sufrido en el Estado español y que esa tendencia no sólo no ha cambiado con el gobierno del PSP, sino que sigue profundizándose.

La segunda media verdad es que los funcionarios portugueses han visto su jornada laboral reducida a 35 horas semanales gracias al gobierno “progresista”. Al margen de que esta reducción no es general sino que deja fuera, entre otros colectivos, a las decenas de miles de trabajadores del sector público con contratos individuales de trabajo (que son el sector que más rápidamente crece), hay que explicar también que a los trabajadores del sector público se les aplicó un recorte salarial de más del 25% y que el número de funcionarios se ha reducido en casi un 10% desde 2011. La oleada de huelgas que está sacudiendo a la administración pública ilustra perfectamente el malestar del sector, que no se deja engañar por el caramelo de las 35 horas que les regala el gobierno “socialista”.

La tercera media verdad es la creación masiva de empleo. Desde enero de 2013 hasta marzo de 2017 se firmaron tres millones de nuevos contratos, pero, al igual que ocurre en nuestro país, se trata en su inmensa mayoría de contratos precarios. De hecho, durante el mismo período se finalizaron dos millones de esos contratos, de modo que esa “creación de empleo” no es otra cosa que una acelerada rotación entre diversos trabajos basura del más del millón de trabajadores portugueses (el 20% de la población activa) que vive en la precariedad permanente.

A todo esto se suma, que a finales de mayo la Comisión Europea permitió la salida de Portugal del protocolo por déficit excesivo de la Unión Europea, mientras que se mantiene al Estado español. Desde sectores de la izquierda española han celebrado este hecho. Sin embargo, la realidad es que si Portugal ha salido de este protocolo ha sido por la profundidad de sus recortes, llevados adelante por el gobierno del socialista António Costa y sus aliados del PCP y del Bloco, y que lamentablemente nada tienen que envidiar a los realizados por el PP.

La inversión pública se ha hundido en 2016 hasta el nivel más bajo de todos los países de la UE, y numerosas partidas presupuestarias básicas se han visto drásticamente reducidas. El recorte más sangrante efectuado por el gobierno portugués ha sido el de las pensiones. Para el presente año ha subido la pensión mínima no contributiva un 0,49%, exactamente 1,01 euros al mes, hasta los 202,34. Las pensiones contributivas no han sufrido mejor suerte: después de superar los 30 años de cotización la pensión media es de sólo 434 euros, que se reducen hasta los 370 en casos de invalidez. No es de extrañar que con estas medidas más de un 30% de la población portuguesa viva bajo el umbral de la pobreza.

Los datos son inapelables. Las políticas de ajuste capitalista, las haga quien las haga, se orientan hacia el ataque a las condiciones de vida de los trabajadores porque esa es la ineludible necesidad de un capitalismo en plena crisis de sobreproducción. La experiencia gubernamental de la izquierda portuguesa así lo demuestra, y ninguna campaña de propaganda podrá desmentirlo. La única forma posible de gestionar el capitalismo es ésta, y los partidos que como el Bloco de Esquerda y el PCP apoyan estas políticas y echan a sus espaladas la responsabilidad de desmovilizar a los trabajadores están cavando sus propias tumbas. Sólo un programa socialista, firmemente dirigido a resolver los problemas vitales de los trabajadores portugueses, y que se apoye en la movilización masiva de trabajadores y jóvenes podrá cambiar esta realidad.

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