Grecia: Ascenso y caída de Syriza

El 5 de julio de 2015 se celebró en Grecia un histórico referéndum contra el memorando de austeridad de la troika, el resultado fue un contundente 61,5% de los votos por el NO. Dos años más tarde, la sociedad griega con el gobierno encabezado por Syriza se enfrenta a las mismas políticas que fueron aplicadas por los partidos tradicionales de la clase dominante, el socialdemócrata PASOK y el conservador Nueva Democracia (ND). ¿Qué ha ido mal?

El ataque a los niveles de vida y derechos de la población griega en realidad se ha profundizado bajo el gobierno Syriza (‘Coalición de la Izquierda Radical’). Intentan ocultar este hecho hablando de “duras negociaciones” y “haber hecho todo lo posible” contra las “instituciones”, el nuevo nombre dado a la troika formada por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Pero esto es sólo teatro. El último acuerdo del 15 de junio liberó para Grecia 8.500 millones de euros (de los cuales 8.200 serán utilizados inmediatamente para devolver préstamos) y no añade nada a las propuestas de las instituciones hechas en la reunión del Eurogrupo del 22 de mayo.

 

Alexis Tsipras, el primer ministro de Syriza, sólo utilizó esta ocasión parece hacer mucho ruido, internamente, proclamando que no cruzará lo que él denomina (con mucha frecuencia) “líneas rojas”. El resultado es siempre el mismo: las instituciones han dejado claro que no dan marcha atrás, amenazan con que si el gobierno griego no retrocede será expulsado de la eurozona, y las líneas rojas de Syriza se convierten en nada.

El último acuerdo significa para las masas nuevas cargas adicionales de unos 5.000 millones de euros entre 2019 y 2022. En términos generales, desde el próximo año hasta el 2022, Grecia pagará por intereses de la deuda alrededor del 3,5% del PIB, con un compromiso del gobierno de alcanzar un 3,5% anual de superávit primario (diferencia entre los ingresos fiscales y el gasto, antes del pago de intereses de la deuda). Los préstamos serán reembolsados a cambio de nuevos préstamos. Desde 2022 el pago de intereses anuales alcanzará una media del 2% del PIB. Esta situación se extenderá hasta 2060. Este es el “escenario más optimista”. Con esta política la deuda soberana será alrededor de un 60% del PIB en 2060. Sin embargo, no todas las instituciones están de acuerdo, el FMI dice que este superávit primario es insostenible y que la deuda se descontrolará.

Hasta que se pague a los acreedores la política de cualquier gobierno griego debe ser aprobada por las instituciones. El llamado gobierno de “izquierdas” de Syriza firmó esta cláusula y está imponiendo una nueva oleada de austeridad.

Ha aumentado aún más el impuesto sobre la renta a todas las capas de la población, incluso aquellas que ganan unos 400 euros mensuales, el límite con el anterior gobierno de ND estaba en unos 700 euros. Ha aumentado los impuestos indirectos a todo, incluidos los alimentos más básicos como el café griego y el tradicional souvlaki, entre un 10% y un 20%. Está bajando las pensiones una media del 9%. Está aplicando medidas que ND y el PASOK consideraron que era imposible aplicar, con los programas de privatizaciones más grandes hasta el momento. El mercado laboral sigue siendo una jungla donde a la mayoría de los trabajadores del sector privado se les deben meses de salarios y la explotación ha alcanzado condiciones indescriptibles.

Como resultado de esta política, el sentimiento dominante de los trabajadores es la rabia y, al mismo tiempo, la desmoralización masiva. Domina la idea de que los políticos son ladrones y mentirosos. En el pasado es lo que se pensaba de los partidos del establishment, ND y PASOK, que han gobernado el país desde 1981. Ahora se aplica también a Syriza. Pasó de ser un pequeño partido con un 3% de apoyo electoral a una fuerza de masas que en enero y septiembre de 2015 ganó con más del 36%. Esto fue el resultado de las gigantescas convulsiones que vivió la sociedad griega que, frente a los ataques del PASOK y ND, giró hacia un pequeño partido de izquierdas, el cual se desarrolló como una fuerza de masas, para volverse contra ellas y continuar con la misma política.

Raíces históricas

El colapso de la Unión Soviética en 1991 creó una situación objetiva totalmente nueva a escala global. Entre otras cosas, en la izquierda se desarrolló un enorme vacío tras el colapso de los partidos “comunistas” estalinistas y del aburguesamiento de los partidos socialdemócratas que abrazaron totalmente las ideas del libre mercado. El Comité por una Internacional de Trabajadores (CIT) y sus secciones nacionales pronosticaron que esto llevaría a intentos de crear nuevas formaciones de izquierdas, nuevos partidos obreros, para proporcionar representación política a la clase trabajadora y jugar un papel en el desarrollo de sus luchas.

El Partido Comunista Griego (KKE) experimentó importantes escisiones, con su sección juvenil oficial (KNE) abandonando en masa. Otra formación nueva fue Synaspismós (SYN, significa “coalición”), creada por las pequeñas fuerzas del antiguo partido eurocomunista de Grecia, uniéndose a un sector del Partido Comunista. Con el PASOK girando rápidamente a la derecha, la izquierda se enfrentó a una contracción masiva de sus fuerzas. El KKE cayó al 4-5% pero aún mantenía raíces en la clase obrera, particularmente entre los trabajadores de cuello azul del sector privado. El SYN luchaba una elección tras otra para conseguir el 3% del voto mínimo para entrar en el parlamento, no siempre con éxito.

Esta situación comenzó a cambiar a finales de los años noventa. El SYN era la única formación de izquierdas de “semi-masas” que no era sectaria y que fue capaz de intervenir en los movimientos antiglobalización y contra la guerra que se dieron con el cambio de siglo. Abierto a la colaboración y las alianzas comenzó a atraer a varias fuerzas más pequeñas. Juntos crearon el Espacio de Diálogo y Unidad de Acción que en 2004 se desarrolló en Syriza. Xekinima, la sección griega del CIT, participó en las reuniones de Espacio de Diálogo pero no entró en Syriza en 2004, ya que fue una unión rápida y por razones electorales con un programa reformista de derechas que de ninguna manera era radical.

Syriza no obtuvo buenos resultados en las elecciones de 2004 y el ala de derechas de la dirección de Synaspismós acabó con el proyecto. Pero en 2007 resurgió de nuevo para presentarse a las elecciones. La diferencia es que se había producido un cambio en la dirección, Alekos Alavanos era el presidente del partido e inició un proceso de giro a la izquierda. Syriza avanzó poco a poco y las encuestas le daban un 5%. Era el inicio de cambios importantes en el momento en que la crisis global que golpeó a Grecia en 2009 profundizaba el vacío existente en la izquierda. El PASOK salió elegido en otoño de 2009 con una amplia mayoría, pero al año siguiente se convirtió en el agente de la troika, aplicando el primer memorando. En junio de 2012 ganó las elecciones ND y comenzó a aplicar el segundo memorando.

Los ataques masivos de los partidos del establishment, combinado con las grandes luchas sociales que recorrieron Grecia particularmente desde 2010 a 2012, pusieron las bases para el ascenso de Syriza y para llenar el enorme vacío que se había creado. Desde la primavera de 2010 las confederaciones sindicales (GSEE en el sector privado y ADEDY en los servicios públicos) comenzaron a convocar huelgas generales. En total se convocaron unas 40 huelgas generales entre 2010 y el triunfo de Syriza en 2015.

Estuvieron acompañadas de huelgas sectoriales y ocupaciones, algunas durante meses. En el otoño de 2011 era difícil no ver un edificio del gobierno cubierto con pancartas en las que se podía leer “ocupado”. Hubo otros movimientos locales y sociales extremadamente importantes, como la lucha de la población de Keratea contra un vertedero o contra las minas de oro Skouries en Chalkidiki, al norte de Grecia, el movimiento contra los peajes en el invierno de 2010 y el movimiento de los indignados de 2011.

Aunque a mediados de 2012, después de algunas derrotas serias, había signos evidentes de cansancio aún hubo luchas de significado histórico, como la que protagonizaron los trabajadores de ERT (emisora nacional) en 2013 y los de VIOME para mantener la fábrica en funcionamiento. Tanto ERT como VIOME fueron excelentes ejemplos de cómo los trabajadores pueden gestionar la producción democráticamente sin la necesidad de empresarios o directores.

¿Por qué Syriza?

Era un momento en que sólo la izquierda podía ofrecer una salida a la crisis (aunque las mismas condiciones ayudaron al ascenso de la extrema derecha, que creció en la forma del neonazi Amanecer Dorado). Pero, ¿por qué Syriza aumentó y no otro partido? Antes del comienzo de la crisis y en su período inicial, el partido de izquierdas con más poder de convocatoria era el KKE. La formación Frente de Izquierdas Anticapitalista, Antarsya, se estancó en las encuestas en torno al 1%. Syriza tuvo muestras de apoyo significativo pero con grandes fluctuaciones, mientras que el KKE era más estable, aumentando de su tradicional 7-8% al 10-12%.

Una de las principales diferencias (no la única por supuesto) entre las tres formaciones era que el KKE y Antarsya eran sectarios. Rechazaban, en nombre de la “autenticidad revolucionaria”, la idea de un frente único de toda la izquierda y las fuerzas del movimiento de masas, mientras que Syriza era más positivo respecto a la idea de la unidad de acción. El KKE siguió un camino extremadamente sectario negándose a colaborar con cualquiera, ¡ni siquiera en las mismas manifestaciones!

El avance de Syriza llegó en las elecciones de mayo y junio de 2012. En mayo, obtuvo aproximadamente el 17% de los votos y el KKE un 8,5%. Pero, en junio Syriza subió al 27%, muy cerca de ND que logró el 29,7%, mientras el KKE caía al 4,5%. Lo significativo es ver cómo evolucionó la fuerza relativa de los partidos antes y durante el transcurso de las elecciones. Desde diciembre de 2011 las encuestas daban a Syriza y al KKE porcentajes similares, en torno al 12%. En las primeras etapas de la campaña electoral, en realidad tres semanas antes de las votaciones del 6 de mayo de 2012, los dos partidos estaban alrededor del 12% cada uno.

Entonces Tsipras hizo un llamamiento abierto al KKE para un gobierno conjunto de la izquierda. Anteriormente, se había negado a defender esta consigna a pesar de la presión de sectores de la izquierda. Entre ellos Xekinima, que colaboraba estrechamente con Syriza –un sector de nuestra militancia pertenecía a Syriza– haciendo campaña por un gobierno de los partidos de izquierda sobre la base de un programa socialista. El impacto del llamamiento fue claro. La dirección estalinista del KKE inmediatamente rechazó cualquier tipo de gobierno conjunto con Syriza, ¡como si fuera una cuestión de principios! Incluso dijeron que si Syriza estaba en situación de formar un gobierno minoritario, el KKE no le daría un voto de confianza en el parlamento. En otras palabras, ellos lo derribarían.

Este debate dentro de la izquierda cambió inmediatamente el equilibrio. Syriza ganó y el KKE perdió. El voto total de la izquierda en mayo de 2012 (17% más 8%) fue similar al registrado en las encuestas en las semanas y meses anteriores (12% y 12%), excepto que Syriza se puso a la cabeza. Esto demuestra la importancia de la táctica del frente único para las masas, algo que desafortunadamente no comprende la dirección del KKE ni de la mayoría de las organizaciones de la izquierda griega. No hay cifras oficiales pero, basándonos en la información de los militantes de base del KKE, aproximadamente un tercio de la militancia o abandonó o tuvo que irse porque se oponía a la negativa del KKE de responder positivamente al llamamiento de Syriza.

¿Era inevitable la capitulación?

La capitulación de Syriza ante la troika no era algo inevitable. Fue el resultado de la falta de comprensión de la dirección de los procesos reales que se estaban desarrollando, de la percepción ingenua –si no criminal– de que “cambiarían Grecia y toda Europa”, como alardeaba Tsipras. Fue la consecuencia de la incomprensión de la naturaleza de clase de la Unión Europea y de la falta total de confianza en la clase obrera y en su capacidad de cambiar la sociedad. Cuando Tsipras se enfrentó cara a cara con lo que realmente significaba enfrentarse a la clase dominante cayó en la desesperación y capituló, completamente desprevenido.

El enfoque político de la situación fue el de un aficionado. Inmediatamente después del triunfo electoral de Syriza en enero de 2015, cientos de miles de euros comenzaron a salir diariamente del país. Tsipras y su ministro de economía, Yanis Varoufakis, no hicieron lo básico: imponer controles para detener la huida de capital. Tenían el ejemplo de Chipre en 2013, donde la propia troika aplicó el control de capital, pero no se atrevieron a actuar.

Entonces hicieron algo aún más escandaloso. Continuaron pagando la deuda, ¡a pesar de que la troika había dejado de proporcionar nuevos fondos! Agotaron la economía, confiscaron cada euro en manos de las instituciones públicas (universidades, hospitales y gobiernos locales) para demostrar a la UE que ellos eran “buenos chicos”. Entonces el BCE intervino para congelar la liquidez de los bancos y les obligó a cerrar. La economía estaba de rodillas.

Tsipras tenía dos opciones: rendirse y aceptar todos los términos de los vengativos vencedores o cambiar el rumbo y pasar a la ofensiva. Las masas griegas le enviaron un mensaje en el referéndum histórico de julio de 2015: luchad y estaremos a vuestro lado. Pero Tsipras ya había decidido. Se entregaría a la troika. En realidad, convocó el referéndum con el objetivo de perderle. El resultado le sorprendió. Varoufakis lo confirmó en una entrevista reciente, en la que cuenta como él había dicho a Tsipras “no saques a la gente” si ya tienes en mente ceder a las exigencias de la troika.

Había una alternativa. La que fue desarrollada en detalle por organizaciones de izquierda como Xekinima: imponer controles de capital; negarse a pagar la deuda; nacionalizar los bancos; cambiar rápidamente a una moneda nacional (dracma); utilizar la liquidez proporcionada por esa moneda para financiar importantes obras públicas, para detener la continua contracción de la economía y regresar al camino del crecimiento; cancelar las deudas de las pequeñas empresas aplastadas por la crisis y proporcionar préstamos en condiciones favorables para recuperar la actividad y estimular con rapidez la economía.

Nacionalizar las palancas fundamentales de la economía; planificar la economía, establecer el monopolio estatal del comercio exterior, algo necesario para adquirir un crecimiento sostenido y no servir a los beneficios de un puñado de armadores, industriales y banqueros, sino al servicio del 99% de la población. Crear comités especiales de planificación en cada sector de la industria y la minería; prestar atención particular a la agricultura y el turismo, que son la clave de la economía y tienen un enorme potencial. Establecer la democracia en el funcionamiento de la economía, a través del control obrero y la gestión en cada campo y nivel. Hacer un llamamiento a los trabajadores del resto de Europa para conseguir apoyo y solidaridad, y para lanzar una lucha común contra la UE de los patronos y las multinacionales. Por una unión voluntaria, democrática y socialista de los pueblos de Europa. En pocas palabras, una ofensiva anticapitalista, anti-UE, con un programa socialista y la solidaridad de clase internacionalista era la respuesta al chantaje de la troika.

Esto iba mucho más allá de la concepción de Tsipras y compañía, incluido Varoufakis. Aunque él no se inclinara ante los amos de la UE, la realidad es que la política económica aplicada entre enero y julio de 2015 fue catastrófica y Varoufakis tiene responsabilidad directa en ella. Tenía, y lamentablemente aún tiene, ilusiones en que convencería a la UE de cambiar su política y reformas.

¿Qué pasa con el resto de la izquierda?

La capitulación de la dirección de Syriza es uno de los problemas a los que se enfrentan los trabajadores griegos. El otro, en cierto sentido más importante, es la incapacidad de la fuerzas de izquierda de aprovechar la capitulación de Syriza para ofrecer una alternativa. Este es el caso de las dos principales formaciones de izquierda, KKE y Antarsya, que hablan en nombre del anticapitalismo y la revolución socialista. La mayoría de la izquierda griega sufre de varios “pecados eternos” debido a la fuerte influencia del estalinismo en su historia y desarrollo. Esto tiene trágicas consecuencias, ya que el KKE y Antarsya tienen fuerzas suficientes, una masa crítica, para actuar como catalizadores de cambios importantes y giros en la situación.

En primer lugar, comprenden muy poco el programa de transición: la necesidad de vincular, de crear un puente entre las luchas actuales y la transformación socialista, y que estas dos tareas están interrelacionadas en un todo dialéctico. Como resultado, el KKE habla de la necesidad del socialismo pero sólo lo presenta como un objetivo en un futuro distante que llegará de alguna manera cuando el KKE tenga fuerza suficiente. El KKE, por tanto, se niega a apoyar reivindicaciones como la nacionalización o incluso la salida de la UE, argumentando que esto es un “sin sentido bajo el capitalismo”.

Antarsya no es igual, pero en sus filas hay mucha confusión. Algunos sectores apoyan el “programa transicional” pero lo interpretan como un programa mínimo, separado de la cuestión del poder obrero y la transformación socialista. Antarsya es conocida por su característica general de “gritar fuerte a favor de la revolución” sin propuestas concretas de cómo llegar a ella.

En segundo lugar, no hay una concepción de la táctica del frene único como explicaron y aplicaron los bolcheviques con Lenin, y durante los años treinta León Trotsky, que se resumía así: “marchar separados pero golpear unidos” en la acción. El KKE y Antarsya nunca han tenido una posición de frente único hacia la base de Syriza. Aunque comprendieron que en algún momento Tsipras y compañía capitularían ante las exigencias de los capitalistas, creían que por arte de magia las masas desencantadas simplemente se girarían hacia ellos. Las masas alrededor de Syriza, no obstante, no se iban a unir con fuerzas que en el período anterior las trataron con desprecio. Simplemente se fueron a casa.

En tercer lugar, el ultimatismo. Mientras que en 1989/90 el KKE (como parte de SYN) formó parte de un gobierno de coalición con la conservadora Nueva Democracia y unos pocos meses después de un gobierno de unidad nacional con ND y PASOK, hoy el KKE actúa como un calco del “tercer período” de la Comintern de Stalin. Acusa a sus oponentes de ser agentes de la clase dominante e incluso colaboradores del neonazi Amanecer Dorado. Recientemente, en Kefalonia (una isla del Mar Jónico) el KKE publicó un panfleto contra Xekinima después de que nuestros seguidores ganaran las elecciones al sindicato local de pequeños tenderos y profesionales. Proclamaron que la “extrema izquierda” (Xekinima) había colaborado con las grandes empresas, el PASOK, ND, Syriza y Amanecer Dorado (¡todos juntos!) para derrotar a la fracción sindical apoyada por el KKE. Ante esto sólo se puede elevar las manos en signo de desesperación.

Por último, hay una negativa a ver la realidad. Después del referéndum de julio y de las elecciones de septiembre de 2015 –que Tsipras convocó apresuradamente antes de que las masas pudieran pasar por toda la experiencia de lo que realmente significaba su capitulación–, Xekinima declaró públicamente que estos acontecimientos representaban una derrota importante. Explicamos que esto tendría un impacto serio sobre el movimiento y la izquierda en general, a pesar de que ayudara a una minoría de activistas a llegar a conclusiones revolucionarias.

La mayoría de la izquierda, sin embargo, se negó a aceptar esto. Continuaron llamando al movimiento de masas a derribar el gobierno, algo que simplemente no iba a suceder. Entonces, en una respuesta particularmente característica del KKE, si las masas no salían a luchar era “porque no comprendían”. En otras palabras, las masas son las que fallan. Una segunda respuesta sería exagerar las dimensiones de un movimiento, dar erróneamente los números de las manifestaciones, etc. Sobra decir que esta posición sólo puede llevar a la izquierda a un callejón sin salida.

Estos importantes errores explican por qué las masas se negaron a mirar hacia el KKE y Antarsya después de la capitulación de Tsipras, pero ¿qué pasa con la izquierda dentro de Syriza? La principal oposición, la Plataforma de Izquierdas, tenía el apoyo aproximado de un tercio del partido. Se escindió en agosto de 2015 y creó Unidad Popular (UP) para presentarse a las rápidas elecciones de septiembre. Inicialmente las encuestas le daban en torno al 10%, un apoyo significativo, pero poco a poco cayó por debajo del 3%. Actualmente, la mayoría de las encuestas les dan entre el 1 y 1,5%.

La dirección de UP ha cometido varios errores cruciales. Primero, su campaña se centró en la necesidad de cambiar a una moneda nacional, su “programa” no sólo era demasiado limitado, sino incoherente. Estaban a favor de abandonar la eurozona y se negaban a pagar la deuda, ¡pero permaneciendo en la UE! Dejando a un lado el hecho de que estaba lejos de ser un programa radical, anticapitalista y socialista, representaba una combinación imposible de demandas.

El segundo factor importante ha sido la arrogancia de la dirección y su postura completamente burocrática. Miles de activistas de izquierdas, mayoritariamente no alineados, se acercaron a Unidad Popular cuando se formó esperando encontrar una alternativa. Pero se desencantaron y se fueron. Antes ya habían visto esto y no les gustaba: una dirección establecida (local y nacionalmente) que no aceptaba ningún cuestionamiento, un programa ya establecido que no se podía discutir y una campaña para elegir parlamentarios que no eran designados ni elegidos por la base. Justo antes del último día de plazo electoral la dirección de UP se dio cuenta de que las cosas no iban demasiado bien y en el último momento hicieron un giro democrático, pero era demasiado tarde.

Perspectivas y tareas

A finales de los años noventa era posible ver de dónde iba a venir la iniciativa para la creación de una nueva formación de izquierdas en Grecia (que llegó a ser Syriza). Hoy no. La fase de derrota por la que está atravesando la clase obrera griega es seria, aunque en absoluto comparable con la derrota de la guerra civil de 1945-1949 o de la victoria de la junta militar de 1967 a 1974. No hay duda de que la clase obrera, con sus tradiciones y sacrificios militantes, volverá a la escena. Por supuesto, el momento, la escala y las características precisas de este regreso no se pueden predecir por adelantado. Este proceso irá en paralelo al intento de construir nuevas formaciones que sean capaces de representar políticamente al movimiento de masas y proporcionar una dirección a sus luchas.

Los activistas de la clase obrera se enfrentan a una doble tarea. Por un lado, sacar la conclusión política central que emana de la capitulación de Syriza: que no hay solución sobre la base del sistema capitalista, que un programa socialista revolucionario es la única salida a la crisis. Por otro lado, que es necesario unir, en un amplio caudal de acción común, de lucha y resistencia, todas las distintas ramas de los movimientos griegos con el objetivo adicional de galvanizar a estos en una nueva formación amplia con las características de un frente único. Es necesario el frente único amplio para que las luchas sean más efectivas, igual que es imprescindible un núcleo revolucionario para luchar por el programa socialista dentro de la clase obrera, los movimientos sociales y a sociedad.

Objetivamente, hay mucho terreno para estas ideas. El problema es subjetivo y está relacionado con las deficiencias de las principales fuerzas de la izquierda. Por tanto, sólo se puede luchar por estas ideas y tomar la iniciativa allí donde sea posible para mostrar el camino a seguir. Xekinima está haciendo campaña en el movimiento de masas y en la sociedad por estas propuestas y al mismo tiempo tomando iniciativas que puedan mostrar una alternativa. Iniciativas como las Alianzas de Izquierdas locales, “centros sociales” municipales con otros activistas de izquierda, campañas en común con otros grupos particularmente sobre cuestiones de la clase trabajadora, etc.

El movimiento de masas está en retirada y hay desmoralización. Hay muy pocas luchas importantes y “centrales”, pero hay muchas pequeñas e importantes. Al mismo tiempo hay sed de ideas entre muchos activistas. La fase actual de calma terminará tarde o temprano, y se pondrá sobre la mesa un nuevo auge. Las fuerzas del socialismo revolucionario se están construyendo para esa perspectiva.

*Publicado en Socialism Today, nº 210. Julio-Agosto 2017 (revista mensual del Socialist Party, Inglaterra & Gales)

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