Zuma destituido como presidente de Sudáfrica

Dos meses después de su elección como presidente del Congreso Nacional Africano en la conferencia nacional del Partido en diciembre de 2017, Cyril Ramaphosa dio buena cuenta de lo que, según un amigo cercano de la infancia, era su ambición desde que estudiaba en la escuela secundaria: convertirse en el presidente del país. Si su victoria en la carrera de la sucesión presidencial en el CNA no estaba del todo segura, el estrecho margen de ésta hizo que la renuncia de Zuma después de la conferencia no pareciera muy probable.

La ascensión de Ramaphosa al más alto puesto del país es el resultado de una escisión profunda en el seno de las estructuras del Partido, de la Ejecutiva Nacional y hasta en los grupos de trabajo.

Aún más inesperado fue para Ramaphosa que su triunfo fuera el resultado de la traición del primer ministro de la región Mpumalangan David Mabuza, el miembro más poderoso de la llamada “Premier League” pro Zuma. Esta alianza de primeros ministros provinciales corruptos (incluidos los del Estado Libre y Noroeste) manipuló las elecciones de la conferencia provincial, despojando a la conferencia nacional de toda credibilidad, reduciéndola a una gigantesca subasta de delegados corruptos. Al ordenar a sus delegados, en nombre de la “unidad”,  no votar a la autoproclamada candidatura de Zuma, su ex-esposa Nkosazana Dlamini-Zuma, tiene todo el derecho a considerar que Ramaphosa sea el más corrupto de los tres líderes regionales.

Ese resultado sugería un período de parálisis para el CNA, ya que las dos facciones, la de Ramaphosa y la de Zuma, estaban preparadas para un choque entre los dos centros de poder en el Partido y el país durante los 18 meses restantes del mandato de Zuma como presidente del país, hasta las elecciones generales de 2019.

En la noche del 14 de febrero de 2018, sin embargo, la realidad del cambio decisivo en el equilibrio de fuerzas en el CNA que se estableció después de la victoria  de Ramaphosa en la conferencia, finalmente terminó con el antiguo presidente, Zuma. Rindió la presidencia tan fácilmente como la había conseguido nueve años antes. Por segunda vez en diez años, el CNA humilló a su presidente al no permitirle completar su mandato.

Zuma recoge la tempestad después de haberla sembrado

La “tragedia” de la caída de Zuma no está desprovista de ironía. Zuma fue víctima del mismo procedimiento que había usado para evitar que Thabo Mbeki completara su mandato hace nueve años: un revocatorio. Pero si después del triunfo de Zuma en Polokwane en 2007, Mbeki logró mantenerse en el poder durante otros ocho meses, Zuma no tardó ni siquiera dos meses para renunciar después de su derrota en la conferencia del Partido. Sin embargo, no se quitó de en medio: el Comité Ejecutivo Nacional del CNA tuvo que amenazarlo con un voto de desconfianza en el Parlamento (donde el CNA podría haber contado con la voz de los Combatientes por la Libertad Económica de Julius Malema, excluido del Partido por el mismo Zuma en 2012), una medida extrema, ya que habría causado no solo la caída de Zuma sino también la de todo su Gobierno y el Parlamento. Esta amenaza fue  lo que llevó a Zuma a la capitulación.

El final del mandato de Thabo Mbeki careció de toda gloria. Pero el antiguo presidente lo aceptó con dignidad y respeto, como una decisión del Partido al que había servido toda su vida y en la que se le consideraba una especie de símbolo. La presidencia de Zuma terminó en ignominia y cobardía, proclamando su inocencia hasta el final, sin entender aun lo que le había sucedido, como si hubiera vivido todo este tiempo en otra realidad.

Zuma ascendió a la presidencia como parte de una auténtica revuelta contra la política neoliberal de la llamada “redistribución y empleo a través del crecimiento” impuesta por Mbeki desde 1996, sin ninguna discusión en las estructuras del CNA. A pesar de que el país experimentó un crecimiento promedio de 4,5% bajo Mbeki, este logro fue posible solo por una transferencia masiva de la riqueza de los pobres a los ricos. El PIB de Sudáfrica crecía mientras el país era clasificado como número uno en el mundo en lo que a las desigualdades sociales se refiere.

La política de Mbeki engendró una fuerte polarización política entre las diferentes clases sociales. Esto es lo que vimos con el surgimiento de las “marchas del servicio público” a partir de 2004 (movimientos de protesta en los barrios de clase trabajadora frente a recortes, falta de infraestructura y  corrupción) y una huelga laboral en el sector público, que en ese momento constituyó la huelga más grande en la historia de Sudáfrica. Mbeki, con la fría indiferencia que lo caracteriza y su hábito de citar a Shakespeare mientras sorbía su whisky y fumaba su pipa, no se avergonzó de decir “llamadme thatcherista si queréis”. Así, Mbeki, un digno representante de la nueva burguesía negra emergente agrupada en torno al CNA, abrió el camino para una amarga lucha de sucesión dentro del Partido, una expresión indirecta de la lucha de clases en la sociedad.

Como resultado de esta política, se formó la llamada “Coalición de Heridos”, que reunió a todas las víctimas de la política de marginación y caza al disidente que Mbeki había practicado contra todos los que se opusieron a su dictadura personal sobre el CNA y sus socios en la Alianza Tripartita, el “Partido Comunista” de Sudáfrica (SACP) y el Congreso de Sindicatos Sudafricanos (COSATU), así como la Liga de la Juventud del CNA dirigida por Julius Malema. Zuma ganó la presidencia con una mayoría decisiva del 60%, que aumentó al 75% en la conferencia de 2012.

En ese momento, el Secretario General del COSATU, Zwelinzima Vavi, dijo que las fuerzas que habían asegurado la victoria de Zuma serían “tan invencibles como un tsunami”. No había previsto que el “Tsunami Zuma” causaría una ola de destrucción en toda la sociedad, destruiría la economía, desafiaría a la Alianza Tripartita, desacreditaría las instituciones estatales y masacraría a los trabajadores.

Una catástrofe para la clase obrera

El régimen de Zuma, nacido del escándalo, se transformó rápidamente en una verdadera cleptocracia, que hacía uso de las cláusulas bonapartistas de la constitución del país, incluyendo una serie de prerrogativas que permiten al presidente “nombrar” y “destituir” a las cabezas de las empresas públicas, la policía, la brigada anticriminal y el Tribunal Supremo.

Zuma fue destituido como vicepresidente por Mbeki en 2005 por sus “relaciones corruptas” (en palabras del juez) provenientes de su asociación con el Sr. Schabir Shaik, su propio benefactor, condenado a 15 años de prisión por soborno en relación con una compra de armas. Zuma finalmente fue reintegrado gracias a sus influencias y tras conseguir que fueran retirados los cargos que pesaban en su contra. Ya tenía experiencia en sus manejos con la “justicia”, anteriormente había sido absuelto de la acusación de ser el autor de la violación de Khwezi, la hija de un camarada.

Resuelto su “choque” con la “justicia”, se apresuró a exiliar a Mbeki, causándole indirectamente la “muerte prematura”. Finalmente, Zuma desmanteló Scorpions, la agencia que investigaba y procesaba el crimen organizado y la corrupción.

Convirtió al Gobierno en una empresa criminal para el enriquecimiento de su propia familia y amigos. Bajo el liderazgo de la familia Gupta (de India), desarrolló una red de aliados tan poderosa que los nombramientos ejecutivos en ministerios y empresas públicas a menudo fueron decididos por esta familia antes de ser anunciados por el propio Gobierno. Se estima que el saqueo de bienes públicos realizado por esta red supera los 4.500 millones de francos CFA*.

Esto obviamente ha tenido un efecto en la economía, que se ha desplomado un 1% anual, mientras que se estima que tendría que mantener al menos un crecimiento del 5,4% anual durante diez años para eliminar la pobreza extrema (personas que viven con menos de 18,000 francos CFA por mes). Faltan dos mil millones de impuestos no recaudados por las autoridades fiscales. Bajo Zuma, lejos de ponerse fin al empobrecimiento de las masas iniciado por la política de Mbeki, éste se ha visto acelerado: el 55% de la población vive en la pobreza, mientras que se estima que el número de parados está en torno a los 9 millones, lo que representa un 40% de la población (incluyendo un paro juvenil superior al 67%). 15 millones de personas informan tener hambre todas las noches antes de acostarse. La economía ha experimentado dos períodos de recesión y una rebaja en la calificación por parte de las agencias financieras.

Bajo Zuma, el CNA experimentó dos grandes divisiones: primero, el nacimiento del Congreso del Pueblo, en 2008, y luego el de los Luchadores por la Libertad Económica, en 2012. La Alianza Tripartita perdió toda credibilidad. El COSATU expulsó de su seno al Sindicato Nacional de Trabajadores Metalúrgicos (que contaba con 340.000 afiliados) porque decidió que no apoyaría al CNA en las elecciones de 2014. Nada explica tan bien la bancarrota política sufrida por el COSATU y el SACP como la campaña llevada a cabo en favor de la candidatura del multimillonario Ramaphosa, uno de los hombres más ricos del país y que dirigió la masacre de Marikana**. Estas dos organizaciones están decididamente dispuestas a cualquier compromiso para permanecer apegadas a su famosa Alianza Tripartita.

La primavera de Ramaphosa

Es comprensible que la victoria de Ramaphosa, que prometió luchar contra la corrupción, restaurar la economía, erradicar la pobreza y mejorar el nivel de vida, fuese aplaudida por muchos proletarios.

Zuma y sus aliados estaban tan desacreditados que reunieron prácticamente a todas las capas de la sociedad en su contra, incluidos los grandes líderes empresariales que se habían opuesto a la partida de Mbeki. El CNA fue así asediado por la opinión pública. Esto provocó que algunos de los antiguos aliados de Zuma lo abandonaran, como las ratas que abandonan el barco. Lo predijeron después de la conferencia CNA, al darse cuenta de que su partido ciertamente perdería el poder en 2019 si Zuma permanecía a la cabeza.  Incluso lo abandonarían los grandes empresarios que habían sido los grandes beneficiarios de la política de Zuma. Estos lo defendieron hasta el final contra todas las acusaciones de crímenes en su contra, incluida la violación Khwezi, el escándalo del contrato de armas y la “renovación” de su propiedad Nkandla, Mientras por estos episodios, Zuma recibió una condena sin precedentes del Tribunal Constitucional, los grandes capitalistas le mantuvieron su apoyo, porque lo consideraban útil para sus intereses, pero ahora las cosas habían cambiado.

Desde que Ramaphosa fue elegido jefe del Partido, parece que la policía y la brigada contra el crimen han recuperado su iniciativa: se han llevado a cabo búsquedas entre los Gupta, en las oficinas de varios cuadros regionales. Mientras que muchos de los sospechosos fueron arrestados, al patriarca de la familia Gupta, Ajay Gupta, que estaba a punto de huir del país, se le denegó el permiso para poder acceder a su jet privado, para después huir y esconderse. En el momento de redactar el presente, se promete una recompensa de 4 millones de francos CFA a cualquiera que brinde información que permita su arresto. Mientras tanto, su sobrino ya declaró en los tribunales. La empresa estatal de electricidad, Eskom, ha visto su junta directiva completamente reemplazada. La Corte Suprema también está bajo presión para reanudar el juicio por corrupción contra Zuma, que ya agotó todas las apelaciones.

Estas medidas dan la impresión de que Ramaphosa toma todos estos casos muy en serio, lo que conecta con las esperanzas de muchas capas de la sociedad. Pero sigue habiendo una contradicción fundamental. Las expectativas de la clase capitalista y la clase proletaria son opuestas e irreconciliables. Ramaphosa es el candidato de los ricos, de los capitalistas. Toda su carrera desde el principio ha sido solo una preparación para el papel que le ha confiado la clase dominante capitalista.

Ramaphosa se colgó sus primeras medallas de prestigio ante los capitalistas por el papel que jugó en 1987 como secretario general del Sindicato Nacional de Mineros, cuando condujo a la derrota a una histórica lucha ofensiva de los mineros. Estableció vínculos muy estrechos con los empresarios en la década de 1980 dentro de la Urban Foundation, creada para sentar las bases del desarrollo de una clase capitalista negra, en un momento en que los estrategas del capital estaban cada vez más preocupados por el aumento de la conciencia socialista dentro del COSATU. Ramaphosa jugó también un papel clave en la redacción de la constitución de la nueva Sudáfrica capitalista después del apartheid. Estaba amargado por el hecho de que no había sido nombrado vicepresidente de Mandela en el primer Gobierno posterior al apartheid. Fue muy llamativa su ausencia en el momento de la toma de posesión de Mandela. Abandonó la política y se puso manos a la obra en la tarea de convertirse en multimillonario, en la cual ha tenido un éxito brillante.

Ramaphosa llega al poder en un momento en que las agencias de calificación crediticia están exigiendo medidas de austeridad salvajes si el país quiere evitar una nueva rebaja financiera. Dado el estado actual de la economía global y la baja demanda en el mercado interno (debido a la tasa de pobreza), los capitalistas tienen poco interés en invertir en Sudáfrica, mientras que el mercado global ofrece poca compensación.

La primavera de Ramaphosa será, por lo tanto, de corta duración. Por esta razón, no se excluye la convocatoria de elecciones anticipadas. El nacimiento de una nueva Federación Sindical Sudafricana en 2017 representó un importante paso adelante para los oprimidos en su camino hacia la independencia política y de clase. El debate sobre la construcción de un partido de clase debe concluirse rápidamente para poder actuar. En 2012, una encuesta organizada por el COSATU entre sus delegados sindicales reveló que el 67% de ellos apoyaba la idea de un nuevo partido independiente. Así, en 2013 se lanzó  EFF (Combatientes por la Libertad Económica) con una retórica populista radical nacionalista, para aprovechar este sentimiento, pero pronto reveló su carácter de clase. Después de las elecciones municipales de 2016, formó una coalición con la Alianza Democrática, el partido que constantemente ellos mismos denunciaban como el partido racista del “capital blanco monopolístico”. La verdadera meta de la EFF fue descubierta al mismo tiempo que su hipocresía: convertirse en miembro de una coalición procapitalista después de la derrota del CNA.

Bajo Zuma, el CNA perdió una gran parte de su base electoral, hasta el punto de caer un 8% en 2016 en comparación con 2014 y perder el control de tres de las ciudades más grandes de Sudáfrica: Johannesburgo, Tshwane (Pretoria) y Nelson Mandela Bay (Port Elizabeth). Su base electoral se ha visto reducida al 34% de la población en edad de votar.

En 2013, el Sindicato Nacional de Trabajadores del Metal, en una convención nacional extraordinaria, resolvió fundar un nuevo partido. Hoy, la dirección de la nueva Federación Sindical Sudafricana tiene la oportunidad de poner fin a este largo tiempo de espera, dándonos una fecha para el lanzamiento de un partido de masas, armado con un programa socialista, capaz de unificar todas las luchas de barrios, estudiantes y trabajadores en un gran movimiento.

*El franco CFA (Franco de la Comunidad Financiera Africana) es el nombre de dos monedas comunes de 14 países africanos, casi todos ellos antiguas colonias francesas (con la excepción de Guinea Ecuatorial, antigua colonia española y Guinea-Bissau, antigua colonia portuguesa). Las dos monedas del franco CFA son el franco CFA de África Central y el franco CFA de África Occidental. Aunque teóricamente son dos monedas separadas, las dos monedas de franco CFA son intercambiables. 1 EUR = 657,43000 CFA.

** El 16 de agosto de 2012, en una de las minas situadas en la pequeña localidad de Marikana y explotada por la empresa británica Lonmin, la policía sudafricana mató a 34 mineros en huelga, hirió de bala a otros 70 y detuvo a 270, que fueron posteriormente torturados.

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