Economía: Porqué Socialismo: Alimentos sanos para todos

Producción ecológica sostenible y economía planificada democrática van juntas.

Día a día 24.000 personas se mueren de hambre. El "Objetivo de Desarrollo del Milenio" del 2000 (reducir a la mitad el número de personas en extrema pobreza) está más lejos que nunca. Según últimas estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) unas mil millones de personas padecen hambre durante todo el año.

El capitalismo, a escala mundial dominando en solitario desde hace 20 años, es incapaz de garantizar ni el derecho humano más elemental, el derecho a una alimentación suficiente y adecuada.

Actualmente la tierra está habitada por unos 6,6 miles de millones de humanos. ¿De veras sería posible alimentarlos bien a todos de manera ecológica y sostenible?

¿Superpoblación? ¡Hay bastante alimento!

En una entrevista de mayo del 2008, el célebre agrónomo parisino Marcel Mazoyer, a la pregunta si una agricultura global, bajo la condición de una política agraria prudente, fuera capaz de alimentar a una población crecida hasta los nueve o diez miles de millones de personas, respondió lo siguiente: "Absolutamente. El mundo no es demasiado pequeño. Cuando haya 1,5 veces más personas que hoy en día, si se quiere que hasta los hoy desnutridos tengan bastante de comer, se necesitaría duplicar el rendimiento.

Es posible. Las reservas existentes de tierras cultivables sin necesidad ni de riego ni de desmonte abarcan una superficie que equivale al 70% de los suelos cultivados actualmente. En la mitad del mundo sería posible duplicar el rendimiento."

Paul Nicholson de "Vía Campesina", un movimiento de pequeños agricultores y trabajadores agrícolas dice: "El mundo no carece de alimentos – hasta hay excedentes y capacidades de producción desaprovechadas. El problema es más bien la distribución injusta de los alimentos."

¿"Soberanía Alimentaria" como alternativa?

Se discute mucho sobre el concepto de "Soberanía Alimentaria", que cuenta con el apoyo de muchos que se consideran de izquierdas. Según sus partidarios se basa en el derecho de los pueblos, países y conglomerados de países a definir ellos mismos sus respectivas políticas agrarias y alimentarias. El concepto fue introducido por "Vía Campesina" en la Cumbre Mundial de la Alimentación de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) de 1996.

La "Soberanía Alimentaria" comprende reformas agrarias, respeto a los derechos de agricultores y trabajadores agrícolas, rechazo a la ingeniería genética, protección de los pequeños agricultores contra importaciones dumping, promoción de "modelos agrarios pequeñocampesinos agroecológicos" y se resume muchas veces por el lema "Pan, Tierra y Libertad".

¿Solución de los problemas mediante producción pequeñocampesina? ¡Sí y No!

Sí porque bajo la situación de explotación imperialista-neocolonial es un desafío al capitalismo del comercio libre reivindicar un nuevo orden agrario pequeñocampesino. En la Rusia de 1917 los bolcheviques también vencieron bajo la consigna "Pan, Tierra y Libertad" aunque no estaban en favor de la propiedad privada pequeñocampesina sino de la agricultura colectivizada. Una reforma agraria en la que las tierras se convierten en la propiedad de quienes las cultivan sería un gran avance en la batalla contra la pobreza y el hambre – pero dentro del marco del capitalismo sería imposible llevarla adelante.

No porque la propiedad privada (aun cuando sea de cooperativas o de pequeños agricultores) requiere la economía de mercado. El capitalismo muestra desde su principio que es imposible hacer reformas de mercado duraderas que favorezcan a la clase obrera, a los pequeños campesinos o a los sin tierra.

No también porque ni el desarrollo de las fuerzas productivas ni la utilización de las maquinas y de la teconolgía son malos de por sí, las ciencias de las plantas no son lo mismo que la ingeniería genética, ni todas las substancias para proteger las plantas son perjudiciales.

Una agricultura ecológica biológica y sostenible no tiene que estar organizada necesariamente de manera pequeñocampesina, sino que de todos modos podría funcionar colectivizada e industrial, por supuesto sin compulsión alguna, y de tal manera sería mucho más eficiente.

No es posible forzar a los pequeños campesinos a descubrir que es ventajoso producir juntos en unidades más grandes. Para convencer es necesario posibilitar que se experimenten los beneficios, como la independencia del resultado de la cosecha individual o de los precios del mercado.

¿Salvación por la ingeniería genética?

Es evidente que a medio plazo para los campesinos las plantas genéticamente manipuladas no aumentan la productividad sino la dependencia de los vendedores de semillas patentadas y de pesticidas.

La agricultura ecológica permite aumentos sostenibles de rendimiento. En el 2001 Jules Pretty y Rachel Hirne de la universidad de Essex elaboraron un informe extenso al respecto. Investigaron 208 proyectos de agricultura ecológica en todo el mundo incluyendo países tan diversos como Guatemala o la India y en casi todos los casos detectaron incrementos claros de la producción alimenticia, ora un 20%, ora el doble o más.

Alimentación y producción de alimentos en el socialismo

No es ni razonable ni posible diseñar al detalle una futura sociedad socialista, pero podemos fijar unos principios básicos de ella.

En el socialismo la producción de alimentos estará obligada a tener más en cuenta las consecuencias ecológicas y así pues las consecuencias sociales del desarrollo de las fuerzas productivas. La "Revolución Verde" iniciada por el banco Mundial desde los años sesenta del siglo pasado generó aumentos de producción, pero a coste de la utilización de pesticidas, fertilizantes artificiales y semillas comerciales. El uso de tales medios provocó el endeudamiento de millones de pequeños agricultores, y dejó suelos desgastados, contaminación de aguas subterráneas y monocultivos. Suelos desnutridos exigen cada vez más fertilizantes, plagas quimiorresistentes exigen pesticidas cada vez más caros, y las empresas farmacéuticas, aprovechándose de que sus clientes dependan cada vez más de ellas, ven cómo sus beneficios van creciendo cada vez más.

Esto no es un alegato por un primitivismo ingenuo – ni las hibridaciones tienen que acabar todas en monocultivos, ni las maneras de riego artificiales perjudican todas al ecosistema. En el socialismo al progreso científico y tecnológico se le quitará de encima el imperativo de competitividad y beneficio para desatar potenciales enormes para la humanidad.

Planificación en lugar de competencia

Cada día los escritorzuelos del capital nos inculcan de nuevo que la "Mano Invisible del mercado" es el mejor mecanismo de dirección social. Un vistazo a la producción y distribución de alimentos contemporánea rápidamente pone en evidencia que los resultados del régimen del mercado son inefectivos, sin sentido y derrochadores. ¿De veras necesitamos manzanas de Nueva Zelanda? ¿Es razonable transportar las gambitas del Mar del Norte a Marruecos para pelarlas allí y llevarlas de vuelta a Alemania para venderlas?

Una producción de alimentos socialista evitaría transportes sin sentido y se concentraría mucho más en ciclos económicos regionales. Tal vez un suministro más local reviviría costumbres de alimentarse según la temporada. Sin embargo en una sociedad socialista eso se discutiría y se decidiría democráticamente.

¿Menos hamburguesas = sólo cereales para siempre?

Socialismo no comprende menos sino más diversidad alimenticia. Los verdaderos "uniformadores" no son los Marxistas sino las multinacionales como Monsanto o Nestlé. En la India el número de clases de arroz bajó desde los 50.000 en los años sesenta hasta unos 50 en los años noventa.

Eso no quiere decir "Como siempre, pero más". En un mundo socialista las costumbres alimentarias del "Primer Mundo" (EE.UU., Europa Occidental, Japón) cambiarán, resultando en una calidad de vida más alta y no más baja.

Por ejemplo hay el problema que la producción de carne gasta muchos recursos. Para generar un kilo de carne de ternera hacen falta entre ocho y diez kilos de grano. Se discutiría democráticamente cuánta carne se puede producir de manera sostenible y cuánto consumo de carne puede ser sano o no, y se sacarían las consecuencias.

La productividad gana a la demografía

Las posibilidades enormes de una planificación a escala mundial, democrática y sin fin de lucro, se hacen palpables comparando la diferencia de la productividad entre los países industriales y los de desarrollo.

Si se compara la producción per capita, los países africanos subsaharianos alcanzan el 1% de la productividad de los países industriales.

Eso no es sorprendente ya que en África sólo se riega el 4% de los suelos cultivados, no por falta de agua sino por falta de inversiones en riego e infraestructura.

Hasta en un país de economía "emergente" como la India más del 50% de sus 1.100 millones de habitantes trabajan en la agricultura, en Europa y EE.UU. son un 3%.

A escala mundial la automatización agronómica desde los años 50 ha contribuido a que la diferencia de productividad entre agriculturas manuales y las más mecanizadas se multiplique por 50.

¡Sólo tenemos que quererlo!

Supongamos que mañana nos despertáramos en un mundo que haya dejado de ser capitalista. ¿Qué habría cambiado? Primero, todo el hambre quedaría eliminado dentro de poquísimo tiempo, simplemente distribuyendo los alimentos que existen en abundancia. Se acabaría con la especulación con los alimentos, se expropiaría a los especuladores.

Una conferencia mundial democrática sobre la alimentación, con delegados de todos los países, campesinos, organizaciones de consumidores, expertos, haría un inventario y discutiría perspectivas y consecuencias:

¿Cuántos alimentos se necesitan? ¿Dónde hay tierras improductivas, dónde es posible revivir suelos desgastados por explotarlos sin cuidado? Los últimos conocimientos científicos se pondrían gratuitamente y directamente al servicio de todos los países. Todas las patentes sobre semillas quedarían abolidas.

Acabando con todas las guerras se librarían recursos enormes. Refugiados podrían volver a sus tierras y volver a cultivarlas. Campos minados se recuperarían.

No es necesario ser agrónomo para darse cuenta de que un mundo sin hambre es posible.

Y ni hay que ser Marxista para entender que esa perspectiva nunca se hará realidad en el capitalismo.

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