Gran Bretaña: La huelga de los obreros de la construcción consigue la victoria en la refinería petrolera Lindsey

Lecciones de la pelea

La negociación entre el comité de huelga de la refinería Lindsey y la compañía petrolera Total, los dueños de la refinería, ha supuesto un punto de referencia para docenas de otros centros de trabajo a lo largo de Gran Bretaña y, de hecho, a lo largo de toda Europa. Esta heroica lucha de 1.000 empleados además de ingenieros de construcción de la refinería (apoyada además por piquetes en 20 plantas más) que estuvieron trabajando en diferentes convenios por toda la planta en el norte de Lincolnshire, concluyó con una victoria para los trabajadores.

Fue una victoria sobre los jefes de Total (la compañía petrolera francesa que posee la planta) pero también sobre todo el régimen neoliberal que funciona en la Union Europea. Durante la lucha se ha puesto de manifiesto la irrelevancia de las leyes anti-sindicales cuando las masas de trabajadores van a la huelga.

A los trabajadores se les ha garantizado 102 de los 198 puestos de trabajo que están disponibles en esa parte del contrato, trabajando dentro de la refinería para la construcción de una nueva instalación química (HDS3).

Cómo explicaba Keith Gibson en su artículo de la semana pasada en The Socialist: "El contratista original de Shaw´s, dijo que habían perdido una parte del trabajo en favor de una empresa italiana, IREM, que traería su propia plantilla desde Italia y otros lugares para hacer el trabajo".

Como resultado, Shaw´s dijo que algunos de los delegados sindicales sería despedidos a partir del 17 de febrero para hacer sitio a los trabajadores italianos.

Lo que era importante no es el hecho de que fueran italianos o portugueses si no que no eran parte de "Convenio Nacional para la Ingeniería y la Industria de Construcción" (NAECCI). ¿Por qué? Porque bajo las directivas de la UE, respaldada por el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos, esto sería visto como una "moderación en el comercio" y, por tanto, contra la la libertad de movimiento de la mano de obra y del capital consagrado en las regulaciones y reglas del club capitalista de la UE.

No hay que ser muy listo para saber que esto es un privilegio de los jefes y nada más. A los jefes no hay cosa que les guste más que tener completa libertad para hacer lo que quieran sin las interferencias de los sindicatos (en este caso, los sindicatos ingleses, pero esto también vale para el resto de los sindicatos europeos).

La prensa dió relevancia al eslogan "Trabajos británico para los trabajadores británicos" que fue desplegado por algunos huelguistas en las manifestaciones. Lo que no ve (y cómo podría esperarse otra cosa de la rabiosa prensa capitalista) es que el caso de los huelguistas es sencillo: estaban siendo excluidos de sus trabajos por un juego de manos de los jefes bajo la fachada de "el derecho del trabajo y del capital a moverse sin restricciones por toda la UE".

Como dijimos en el editorial de The Socialist de la semana pasada "ningún movimiento obrero es químicamente puro". Pueden existir y han existido en estas huegas, elementos de confusión e incluso ideas reaccionarias. Sin embargo, la lucha se concrentra fundamentalmente en esa "precarización", en el mantenimiento de las condiciones y de salarios negociados por los sindicatos en estos inmensos centros.

Las leyes y directivas unilaterales existentes dan a los empresarios carta blanca para obligar a los obreros a trabajar por menos sueldo y con peores condiciones en los países de acogida, siempre y cuándo las condiciones mínimas de sus países de origen se cumplan.

Estos trabajadores es mejor que no estén en ningún sindicato. Y estaba claro que los trabajadores del IREM no lo estaban, ni en un sindicato italiano ni de otro país. El líder de la Confederación de Sindicatos Italianos CGIL, Sabrina Petrucci, dijo al Morning Star (6 de febrero) que IREM es una empresa conocida por no tener sindicatos dentro de ella.

Pero la lucha era mucho más que todo esto. Era la lucha por el control del centro de trabajo por parte de los propios trabajadores. Si los directivos de Total, como dueños de la planta, y los contratistas italianos, IREM, hubieran actuado a su manera, habrían eliminado una gran parte de esos elementos de control obrero que habían sido arrebatado a la dirección de la planta durante la etapa anterior.

Parte del trato, lo que es un avance importante, permite a los delegados sindicales comprobar que los puestos de trabajo ocupados por italianos y portugueses estaban cubiertos por las mismas condiciones que protegen a los trabajadores locales bajo el convenio NAECI. (La refinería petrolera Lindsey es conocida como un "lugar privilegiado" y todos sus trabajadores se encuentran protegidos por el convenio NAECI)

Esto significa en la práctica, que en el día a día, los trabajadores sindicalizados estarán trabajando con los trabajadores italianos empleados por IREM y que serán capaces de "auditoriar" su situación si es necesario.

Esta era una de las demanda principal de los huelguistas al redactar la lista de peticiones durante sus reuniones , incluyendo que "todos los trabajadores de Gran Bretaña sean protegidos por el convenio NAECI y todos los trabajadores inmigrantes sean sindicalizados".

Como una medida de protección suplementaria para mantener la organización sindical en las plantas, los huelguistas también aceptaron la petición del comité de huelga de la necesidad de crear "un registro controlado por el sindicato de los desempleados y los miembros sindicales locales cualificados".

Esto es exactamente lo que los capitalistas no quieren y que, desde su punto de vista, es verdaderamente un "freno al comercio", es decir, a su derecho a explotar a la fueza de trabajo sin que los sindicatos puedan decir nada.

Dentro del acuerdo también se refleja el que los delegados sindicales de la planta puedan controlar a la empresa italiana en reuniones regulares de coordinación.

En la década de 1970 en algunos de los centros de trabajo mejor organizados sólo se contrataban empleados sindicalizados ya antes de entrar o que se sindicalizaban una vez estaban dentro. Lo que los huelguistas de Lindsey piden de forma bastante acertada es una estructura de contrato que busque empleados sindicalizados antes de ser contratados. Esto significa que si los contratistas de la planta necesitan más trabajadores se tienen que dirigir al sindicato para contratarlos, a su delegación de desempleo. En otras palabras, hay que estar dentro del sindicato para estar en el registro de desempleados y poder ser contratado.

La alternativa al control sindical sobre "contratar y despedir", es que los jefes ya tienen por el contrario ese derecho y, en este caso, ¿a quién les dará los trabajos? Por supuesto, no a los obreros sindicalizados. Como suele ser habitual, existe una "lista negra" hecha por los jefes y que es ampliamente utilizada en la industria. La lucha para que se hagan efectivas estas demandas será parte de la lucha puesta en marcha entre los obreros y los empresarios sobre quien controla los centros de trabajo y por lo tanto, que intereses predominarán en los mismos.

La izquierda

Para su verguenza, una parte de la izquierda ha sido totalmente absorbida por los titulares de la prensa capitalista durante las huelgas, que destacaron el "trabajo inglés para los trabajadores ingleses" durante la lucha. Lo que se negaron a enfrentarse fue a lo que durante todo el periodo anterior había dado lugar a esta batalla. Si esta batalla se hubiera producido hace un año, no se habría llevado a cabo cómo se ha hecho. Lo que era nuevo en la ecuación era la rápida arremetida de la amenaza de desempleo masivo para cada trabajador en Gran Bretaña y a lo largo de todo el mundo.

La crisis económica ha producido un miedo entre los trabajadores no sólo por sus trabajos actuales sino también por los trabajos que sus hijos tendrán en el futuro. Anteriormente era posible para los trabajadores conseguir trabajo en otras plantas.

Una característica previa han sido las listas negras de sindicalistas que había en las fábricas y que llevó en el pasado a batallas centralizadas en la lucha de masas sobre quién dirigía las plantas, los directivos o los sindicatos.

Actualmente toda la plantilla de unos 25.000 especialistas cualificados en la construcción de grandes proyectos de ingeniería tales como refinerías petrolíferas y centrales eléctricas, son cada vez más conscientes de que las cosas están cambiando. De hecho, alrededor de 1.500, por lo menos, están desempleados.

Últimamente los sindicatos se estuvieron preparando a través de la organización de los delegados sindicales a nivel nacional, para cargar contra los jefes. Pero todo se precipitó de repente, como Keith Gibson explicó en el último número de The Socialist, cuando Total dió el contrato a IREM antes de Navidades (o por lo menos se lo dió a una empresa estadounidense que a su vez subcontrató a IREM).

Este calendario no fue un accidente. Los jefes de Total estaban utilizando la recesión de la economía para dar trabajo a contratistas que no tenían que molestarse con los sindicatos, como están forzado a hacerlo bajo circunstancias normales la mayoría de los contratistas británicos para conseguir un gran proyecto constructor.

Los políticos capitalistas, como el Ministro de Trabajo, Pat McFadden, se quejaron de que el principio de libre circulación había sido roto por el acuerdo. Se refería a "libertad" para los jefes de mover trabajadores por todo el continente, amparándose en las leyes de la UE respaldadas por las cortes (y contra los intereses de los trabajadores) para quebrantar la organización sindical.

Esta "libertad" ha sido de hecho rota por la huelga que ha golpeado el proceso de la "precarización laboral" y ha introducido una mayor igualdad de condiciones.

Lo que surge ahora es una necesidad mucho mayor de coordinación entre todos los sindicatos europeos y especialmente entre las organizaciones de los delegados sindicales, tanto en la fábrica como en el ámbito nacional o, de hecho, en todo el ámbito europeo, además de reunirse en una campaña masiva de difusión de la victoria de los trabajadores de la refinería petrolera de Lindsey por todo el país y por toda la UE.

El miembro del Partido Socialista, Alistair Tice, añade:

La presión se debía al rechazo de Alstom a emplear a trabajadores británicos en la construcción de la central eléctrica de Stayhorpe. Hubo muchas protestas, incuyendo delegaciones desde LOR.

La confirmación de que IREM no emplearía a trabajadores británicos fue la gota que colmó el vaso. Los delegados sindicales recomendaron que se siguiera el procedimiento pero una reunión de los trabajadores de Shaw solicitó una acción inmediata y votó por salir a protestar.

Esto significa que la huelga no oficial empezó sin ningún liderazgo y sin peticiones claras. El vacío que existió los primeros 2 o 3 días fue llenado por posters hechos a mano bajados de una página web de trabajadores de la construcción pidiendo "BJ4BW" ("British Jobs for British Workers"- "Trabajo británico para trabajadores británicos") reflejando las palabras del Primer Ministro Gordon Brown. Aunque este eslogan no fue nunca una demanda de la huega los medios de comunicación lo aprovecharon para presentar la huelga como "anti trabajadores extranjeros".

Esta tergiversación de la huelga en los medios causó la reacción entre los huelguistas que dejaron claro en entrevistas y conversaciones que la huelga no era racista o contra los trabajadores inmigrantes, sino contra la exclusión de los trabajadores británicos y contra el intento de romper el convenio nacional. La BNP (partido de extrema derecha), al contrario de lo que informaron los medios, no era bienvenido en los piquetes de huelga.

La activa intervención del Partido Socialista (CWI Inglaterra y Gales) fue un factor importante en el resultado de la huelga. Uno de sus miembros, Keith Gibson, que no era un delegado sindical, fue elegido en el comité de huelga que se creó el pasado viernes y por la tarde fue declarado portavoz. Esto se debió a la reputación de Keith de muchos años como militante sindicalista. Un trabajador fue escuchado diciendo: " Gibbo esta allí ahora. Es de lo mejor. Va a poner orden".

El Partido Socialista repartió cerca de 1.000 panfletos entre los huelguistas el pasado lunes, en los que se declaraba que la huelga no era contra los trabajadores extranjeros sino para parar la "precaización laboral", y para decir que el "trabajo sindical, la remuneración y la mejora de las condiciones para todos los trabajadores" debería ser el eslogan y no "BJ4BW". También se propuso un conjunto de exigencias que Keith comunicó y que fueron adoptadas por el comité de huelga y llevadas a la concentración. Los discursos de Keith siempre hacen enfasis en los intereses de todos los trabajadores contra los empresarios.

Entre el martes y el miércoles, aunque todavía se veían un par de banderas británicas, todos los posters de BJ4BW habían desaparecido. En su lugar había carteles en italiano llamando a los trabajadores italianos a unirse a la huelga, y otro en el que se leía "Trabajadores del mundo, uníos" (tal y como informó Seamus Milne en el periódico Guardian).

Esto lo que muestra es la mezcla de conciencias que existe y el efecto que una intervención socialista consciente puede tener en la presentación de demandas de clase además de hacer retroceder las ideas reaccionarias que existan, todo ello como resultado de años de pequeñas luchas y de la ausencia de la clase política.

Los críticos de ultraizquierda de la huelga (y del Partido Socialista) nunca participaron en las discusiones con los trabajadores. Prefirieron creer los informes de la prensa capitalista y menospreciar la huelga como reaccionaria, racista o xenófoba. Si el Partido Socialista no hubiera participado activamente en esta pelea, hubiera existido el peligro de que tales actitudes se hubieran fortalecido. En lugar de eso, se logró una maravillosa victoria que sienta las bases de la sindicalización de los trabajadores extranjeros y fortalece la unidad de clase.

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